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El coronavirus parece dirigirse tanto a las células adiposas (de grasa) como a las células inmunitarias dentro de la grasa corporal, lo que podría explicar por qué las personas con sobrepeso y obesas son más propensas a desarrollar una COVID-19 grave, informan unos investigadores.

Cuando el virus entra a estas células, provoca una respuesta inflamatoria nociva que “podría muy bien contribuir a una enfermedad grave”, declaró al The New York Times la autora cosénior del estudio, la Dra. Catherine Blish, del Centro Médico de la Universidad de Stanford. “Observamos las mismas citoquinas inflamatorias que veo en la sangre de los pacientes muy enfermos producidas en respuesta a la infección en otros tejidos”.

Los hallazgos se publicaron hace poco en línea, pero todavía no han sido revisado por profesionales ni se han publicado en una revista científica.

Los resultados, obtenidos de experimentos con el tejido adiposo obtenido de pacientes que se sometieron a cirugías para perder peso, podrían apuntar a nuevos tratamientos contra la COVID-19 que se dirijan a la grasa corporal, señalaron los expertos.

“Quizá este es el talón de Aquiles que el virus utiliza para evadir a nuestras respuestas inmunitarias protectoras, al ocultarse en este lugar”, declaró al Times el Dr. Vishwa Deep Dixit, profesor de medicina comparativa e inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale.

Antes se pensaba que la grasa corporal era simplemente una forma de almacenamiento. Pero resulta que el tejido produce hormonas y proteínas del sistema inmunitario que actúan en otras células, y que desencadenan unos niveles bajos de inflamación incluso cuando no hay infección.

Los hallazgos más recientes quizá tengan una importancia particular en Estados Unidos, donde la tasa de obesidad es una de las más altas del mundo. La mayoría de los adultos estadounidenses tienen sobrepeso, y un 42 por ciento son obesos. Los negros, hispanos, amerindios y nativos de Alaska tienen unas tasas más altas de obesidad que los adultos blancos y los estadounidenses de origen asiático, y también han experimentado unas tasas de mortalidad de más o menos el doble que los estadounidenses blancos.

“La conclusión es que, de hecho, el virus puede infectar a las células adiposas directamente”, apuntó al Times el Dr. Philipp Scherer, un científico que estudia las células grasas en el Centro Médico de la Universidad del Suroeste de Texas, en Dallas. Scherer no participó en la investigación.

“Lo que sucede en la grasa no se queda en la grasa”, explicó Scherer. “También afecta al tejido circundante”.

Otro experto dijo que las autoridades de salud pública deben hacer caso a estos hallazgos.

“Este trabajo es otro toque de atención para que la profesión médica y la salud pública indaguen a mayor profundidad en los problemas de los individuos con sobrepeso y obesos, y los tratamientos y vacunas que les administramos”, aseguró Barry Popkin, un profesor de nutrición de la Universidad de Carolina del Norte que ha estudiado el riesgo de una COVID-19 grave en los obesos.

“Seguimos documentando el riesgo que tienen, pero aún no lo abordamos”, añadió Popkin.

Blish y sus colaboradores especularon que la grasa corporal infectada podría incluso contribuir a la “COVID prolongada”, una afección que describe unos síntomas preocupantes, como la fatiga, que persisten durante semanas o meses después de la recuperación de una infección con la COVID-19.

FUENTE: WWW.MSN.COM, LINEA POLITICA, 11/12/2021.