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En 2004 y 2005 hubo un testigo silencioso.

Un actor poderoso, decisivo, al cual debemos el desenlace pacífico del proceso de desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF).

El Ejército mexicano.

Entonces al mando del general de división Gerardo Clemente Ricardo Vega García, los militares tuvieron lecturas no exploradas por muchos civiles.

La sociedad estaba polarizada con el intento de Vicente Fox y secundada por los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI).

Los diputados panistas se plegaron al designio presidencial y los priistas, sorprendidos por el cambio de señal, fueron instruidos por Roberto Madrazo.

Sólo Roberto Campa se rebeló, como también lo haría con el desafuero de René Bejarano, inconforme porque se retiraba a un candidato “que nos va a ganar”.

Mientras tanto, la población estaba confundida y los lopezobradoristas enardecidos porque inhabilitaban a su líder populista.

EL FANTASMA DE TLATELOLCO

Mientras tanto, el Ejército recelaba.

Le sorprendían las movilizaciones a favor del tabasqueño y, con el fantasma de Tlatelolco en la memoria, avizoró riesgos sociales graves.

Entonces hizo saber al presidente Vicente Fox: Si los conflictos escalan, las Fuerzas Armadas no intervendrán y menos para contener a las masas.

Advertido de los riesgos e increpado por ciudadanos de calle, Fox reculó y sus cercanos le pidieron implementar una estrategia para desinflar el problema social inminente.

El tema se saldó fácil: El juez fijó una fianza de dos mil pesos para no llevar a López Obrador a la cárcel y la pagaron dos asambleístas del PAN: Gabriela Cuevas y Jorge Lara.

¿Qué vigencia tiene esta información?

Mucha.

La polarización actual se encamina hacia rumbos donde un escenario son las movilizaciones pejistas para respaldar a un Presidente herido y en busca de golpes para reposicionarse.

Nada extraño en quien recurre a sus seguidores en las crisis, pero ahora con resultados imprevisibles con una nación agraviada y azuzada desde Palacio Nacional.

LAS SORPRESAS OAXAQUEÑAS

A la sorpresiva postulación del priista Alejandro Avilés en Oaxaca todavía le queda mucha zaga.

En principio se ha sumado Francisco Villarreal, quien traía los momios internos merced a su trabajo en el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) y por la unidad magisterial.

Así fue posible un sexenio sin paros, sin huelgas, sin toma de oficinas, sin protestas y sin la violencia centista de administraciones anteriores.

Pero las negociaciones siguen tanto dentro como fuera y avanzan para aglutinar a la oposición en un proyecto de unidad en torno a Avilés.

-Vamos bien -se entusiasma Erubiel Lorenzo Alonso, dirigente del Movimiento Territorial (MT).

Mientras tanto, enfrente la unidad morenista no se ha alcanzado en torno a Salomón Jara, cuyas acusaciones de desvíos de recursos públicos en tiempos de Gabino Cué siguen en el ánimo popular.

Falta ver la actitud final de Susana Harp, con quien juega el exdirigente de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), Flavio Sosa, pero peleado a muerte con Jara.

Así se producen las derrotas imprevistas.