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«Muerto Borges, Juan José Saer es el más grande escritor argentino».

Beatriz Sarlo ***.

Del escritor, Juan José Saer (1938-2005), se dice mucho, desde evocarlo con palabras afectivas, «El turquito transgresor», «Juani», «El discutidor». Los críticos lo reconocen como «una de las plumas más relevantes de la literatura latinoamericana del siglo XX».

Desde los años sesenta hasta la publicación de El entenado (1983) Saer había publicado en diez editoriales distintas; sin permanecer en ninguna de ellas. A partir de ahí, comenzó a trabajar con su editor, Alberto Díaz, primero en Alianza, años después en Seix-Barral.

Resulta llamativo que El Entenado, haya sido considerada por sus críticos durante los años noventa como «una nueva novela histórica» y la colocaran en la lista de novelas históricas del momento entre ellas: Yo el supremo (1974) de Augusto Roa Bastos y Terra Nostra (1975) de Carlos Fuentes.

El entenado no es una novela histórica. Ciertamente, el argumento se sustenta en un texto historiográfico (José Busaniche, 1973) no explicito en el relato que funciona como hipotexto, pero en esta ficción los hechos no son los elementos centrales del interés del autor.

Más bien, la estructura narrativa resalta el esfuerzo por rescatar los recuerdos a través de la rememoración y reflexión de lo vivido.

Hay otra manera de justificar por qué El entenado no es una novela histórica. Es posible considerar el tiempo subjetivo y su diferencia con el tiempo lineal en que ocurren los sucesos. Es decir, los hechos son limitados a un tiempo y espacio externo. En cambio, los recuerdos permanecen en la subjetividad y de esa manera son llevados al presente. Así Saer, en esta novela, describe las relaciones que se producen en la experiencia humana entre la percepción, la memoria, el recuerdo, la rememoración. El tiempo y el espacio son sus herramientas para interrogar la realidad, el sentido del mundo y todo esto en relación con el sentido de la vinculación subjetiva.

Es importante, establecer la diferencia entre el tiempo histórico, secuencial y cronológico de los hechos y el tiempo subjetivo o lógico.

El Entenado nos permite interpretar la novela desde el concepto de tiempo lógico «el tiempo intersubjetivo que estructura la acción humana». El psicoanalista Jacques Lacan aborda el tiempo a partir de un problema de lógica conocido como sofisma de los tres prisioneros. Es posible extraer tres tiempos distintos, desligados de una cronología: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir.

El primer tiempo es el momento ver. El grumete llegó al Rio de la Plata (1516) fue el único miembro de la tripulación que no fue asesinado y devorado por los caníbales. Estuvo retenido durante diez años en los que su misión fue observar con todo detalle a la tribu cuya esperanza consistía que al ser liberado diera cuenta como testigo que fue de la existencia del grupo, de las costumbres alimenticias, los banquetes humanos, los hábitos sexuales, las relaciones de poder.

De tal manera, que la primera parte de la novela se sostiene en una mirada holística, filosófica y asombrada. Las descripciones son intensas y a veces repetitivas, cíclicas. El joven intenta comprender y transmitir al lector lo que representó para él, la otredad. Es el tiempo de ver.

El segundo tiempo del relato (el momento de comprender) es para el grumete una etapa de aprendizaje. Cuando después de ser liberado, llega al convento y se encuentra con el padre Quesada, que funge par él como su mentor y figura paterna, además, lo enseña a leer y a escribir lo que le permitirá tener las herramientas para narrar su experiencia.

El tercer tiempo lógico, el momento de concluir. Es un tiempo ligado al deseo es el tiempo del inconsciente. El grumete regresa a su tierra natal, ha adoptado a sus hijos y funda una editorial. Es el tiempo de la reflexión. El narrador presenta el acto de la escritura como una actividad que da sentido a su vida, «en forma recurrente describe su mano, la mano de un viejo que escribe a la luz de una vela».

Por otra parte, entre los temas que aborda la novela está la extrañeza y lo ajeno. El grumete se podría pensar (extrapolando al presente) desde las figuras del exiliado y el migrante. No se identifica ni con los aborígenes ni con los habitantes de su tierra natal.

La ajenidad es parte de la experiencia de soledad y precariedad de lo humano. Por ese motivo, la novela no es una novela histórica, lo que permanece en la memoria del narrador no son los hechos sino lo que guarda de la experiencia. En su memoria permanece: «la abundancia del cielo y la sensación de cercanía con las estrellas, la inmensidad del cielo».

Saer nos invita a elaborar el material histórico mediatizado desde el presente para recrear lo ocurrido durante la época de la conquista de las Indias (1516). El narrador nos invita a suspender nuestra visión objetiva centrada en los hechos para mirar desde otro lugar.

El aprendizaje que el narrador recupera de su experiencia está asociada al desamparo, la precariedad, la soledad existencial y los recuerdos fragmentados relacionados con un criterio más cosmológico que histórico. El narrador retiene en su memoria los recuerdos del eclipse, de la intemperie y la negrura de la noche que remiten a la fragilidad humana.

Saer, siempre, se interesó por la poesía como podemos observar en su libro: El arte de narrar,

Cada uno crea

de las astillas que recibe

la lengua a su manera

con las reglas de su pasión

-y de eso, ni Emanuel Kant estaba exento

¿Cómo acercarse a Saer? Algunos sugieren empezar por:

Cicatrices, Rayo Verde, 2022; otros recomiendan,

La grande, Rayo Verde, 2005.

La bibliografía es abundante, la recomendación es amplia y la elección es personal.

*Juan José Saer, El entenado, Rayo Verde, 2005.

****Doctora en filosofía política, maestra en periodismo y psicoanalista

https://twitter.com/z_smeke?lang=es