Atrincherado en los muros del Palacio Nacional, el presidente de la república expresa una vez más la metafísica creencia en su trasmutación, su convicción transfigurada:
“Yo ya no me pertenezco.”
–¿Cuántas veces nos lo ha dicho esta gran frase ante la cual el discurso político adquiere dimensiones supra humanas; cuál es el significado de esa especia de metempsicosis política, de esa trasmutación, de ese cambio de sustancia, materia y posesión, de esa trascendencia más allá de lo temporal cuyo enunciado tanto me recuerda los versos de Carlos Pellicer a Morelos, dignos de cualquier epopeya recitativa en un fin de cursos en Cuautla:
–No los recuerda? Decía el tabasqueño del Siervo de la Nación:
“…Gloria a ti que empobreciste a los ricos
y te hiciste comer de los humildes,
procurador de Cristo en el Magnificat…”
Te hiciste comer de los humildes dijo don Carlos cuya savia católica se destilaba en los versos o los pesebres inmortales de su nacimiento decembrino, cada año en Las Lomas. Pan de la pobreza, alimento de miserables, comunión y eucaristía-
–¿Habrá en esta definición presidencial sobre la pérdida personal de pertenencia algún eco evangélico?