Las candidaturas a gobernadores no son novedad.
No al menos para quienes conocen las historias de amistad construidas en el pasado y bien respetadas en el presente.
Y por ese pretérito se lastima a quienes creen en el discurso de juego limpio interno, encuestas abiertas a la población y demás baladronadas.
Por este pecado paga el partido manejado desde Palacio Nacional, pues hay inconformidades o de plano rebeliones con graves riesgos para Morena.
El caso más sonado es Durango, donde se desplazó a José Ramón Enríquez al postularse a una persona políticamente menor, Marina Vitela.
Menos eco mediático ha tenido la decisión de Tamaulipas: ahí se prefirió a Américo Villarreal sobre otros de mayor mérito aparente.
Es hijo de exgobernador, amigo personal del ahora Presidente y de quien recibió deferencias cuando comenzaba su cruzada por el poder federal.
La recompensa la recibe el hijo, aunque a la vera quedan como agraviados Rodolfo González Valderrama y Maki Esther Ortiz, quien con su candidatura pensaba cobrar agravios a Francisco Javier García Cabeza de Vaca.
Él le cortó las alas blanquiazules y no podrá vengarse del gobernador solista a quien pretendía perseguir desde el Palacio de Gobierno de Ciudad Victoria.
LA AHIJADA AL PODER
El caso de Indira Vizcaíno es especial.
Aunque ella es bajacaliforniana, emigró niña a Colima y ahí López Obrador tenía un aliado y amigo profundo, Arnoldo Vizcaíno Rodríguez.
Sellaron la cercanía con el compadrazgo: el tabasqueño fue el padrino de bautizo de Indira, a quien impulsó para ser alcaldesa de Cuauhtémoc en 2012, diputada federal en 2009 y gobernadora en 2021.
No puede pedir más bolos.
Otra heredera beneficiaria es Josefa González-Blanco, hija de Patrocinio González y amigo y protector del mandatario de Tepetitán en sus épocas de vacas flacas.
Ella fue secretaria de Medio ambiente, involucrada en un acto de influyentismo cuando detuvo un avión para abordarlo y actualmente es embajadora en Reino Unido.
EL HEREDERO DEL PODER
Otros tienen méritos propios.
Por ejemplo, Napoleón Gómez Urrutia, Napito, se declaró de izquierda en 2006 cuando las autoridades lo perseguían por embolsarse 54 millones de dólares de los trabajadores.
Como izquierdista, se alió a López Obrador y a su movimiento, con los recursos necesarios para hacerse notar y ser reivindicado.
Fue repatriado de incógnito, hoy es senador por Morena gracias al tabasqueño y nadie le toca el imperio sindical minero heredado de su padre Napoleón Gómez Sada.
Pero sigue en problemas.
Aunque fue regresado de su dorado exilio en Vancouver, no se ha olvidado ese escamoteo a sus representados y las autoridades le exigen resarcir esos cuantiosos recursos.
Mucho dinero para perdonarlo.
Pero también muchos mineros para no recibir justicia ni tener democracia luego del férreo control de su padre Napoleón Gómez Sada.