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La pregunta tomará forma el lunes próximo.

Cuando comience la operación comercial y se inaugure Santa Lucía, por fin se atenderá una duda de la industria -¿por qué le llaman así?- de aviación:

-¿Cuál será el siguiente destino del decrépito y saturado AICM?

Si se escucharan -ejercicio sin uso en este sexenio- las voces de los expertos y de los empresarios del sector, la respuesta sería muy sencilla y práctica:

-Concentrar las operaciones internacionales en el nuevo y los vuelos nacionales en la terminal capitalina.

Es una práctica extranjera con muy buenos resultados en Estados Unidos y en muchas naciones de Europa, consideran quienes han aportado ideas y esperan imponer la realidad sobre el voluntarismo.

Esto motivaría al Gobierno mexicano a hacer muchas adaptaciones inmediatas, sobre todo para descongestionar al otrora Aeropuerto Internacional Miguel Hidalgo.

Lo primero: sacar de la zona de oficinas, bodegas y zonas de atención a muchísimas instituciones porque serán innecesarias en el futuro.

LAS FUENTES DEL CRIMEN

Aquí dimos la primicia:

-Van a declarar inoperante al aeropuerto capitalino -(marzo 2), lo cual sucedió el viernes 4.

Ante esa saturación de vuelos, pasajeros, visitantes, operaciones, oficinas, aerolíneas y demás, deberá modificarse la política por parte de la administración de Carlos Morán y de la AFAC, la Agencia Federal de Aviación Civil del militar Carlos Rodríguez.

Si sólo se usará para vuelos nacionales, no serán necesarios espacios para el Instituto Nacional de Migración, la Administración General de Aduanas y muchas agencias internacionales.

El primer resultado será liberar muchos espacios, sobre todo bodegas, y transportes de carga porque todo eso se iría a Tecámac.

Con buena suerte para el país hasta disminuirían las mafias encargadas de operar taxis, indocumentados y el flujo de droga llegada diariamente de Colombia, Centroamérica y otros lugares.

El riesgo se trasladará al AIFA del general René Trujillo Miranda.

ADIÓS TERCERA TERMINAL

Pero no todo será gratuito.

El AICM no puede seguir como está y requerirá infinidad de inversiones tanto para remodelarlo integralmente como para aspectos elementales como la vialidad interna.

El rediseño sería incompleto si no se frena el hundimiento de las dos terminales, la 1 y la 2, el estacionamiento y las pistas.

Supondría también una medida radical: eliminar las maniobras de aterrizaje y despegue de vuelos durante la noche, en beneficio de una urbe limpia de ruidos a deshoras.

También se cancelaría el proyecto de construir una tercera terminal porque los estudios señalan varios inconvenientes: no hay lugar y si fuera a la zona de hangares, sería disfuncional porque no es posible construir nuevas pistas.

Ni siquiera cabrían los aviones de gran tamaño, hoy usados para vuelos transatlánticos, donde aún persisten el Hangar Presidencial, el de la FGR y otras dependencias oficiales.

Un cambio de paradigma con un freno al parecer infranqueable: un Gobierno ajeno a las grandes necesidades del país -en este caso del Valle de México- y dado a ahorrar a cualquier precio.

Y aquí no hablamos de pesos para tamales de chipilín.