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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Pocas veces se ve un suceso de torpeza notable de comprender como el apoyo de senadores del PAN (y alguno del PRI) al partido ultraderechista español Vox. Quizá pueda explicarse como un furor causado por la intensidad de alguna pasión, en este caso el anticomunismo, aunque sea un arrebato desfasado. Pero ofrece un mirador de una oposición fracturada desde su fracaso en las urnas frente a López Obrador y la desconexión de la derecha con el país.

Entre las frases célebres de Winston Churchill una dice que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo y el año que viene, y explicar después por qué no ha ocurrido”. Es una buena guía de su tarea cotidiana para mantener el rumbo y el conocimiento de la posición que ocupa frente a la ciudadanía, el electorado, aliados y adversarios. Sin embargo, consejos como éste no se escuchan entre una oposición sin liderazgos capaces de orientarse en el tiempo, como revela el descontrol de sus alas radicales. Su affaire con el líder Santiago Abascal y la adhesión a un manifiesto de la ultraderecha racista y misógina española para internacionalizarse en Latinoamérica comprueba su incapacidad de predecir lo que puede suceder y menos aún de explicarse lo que les ha sucedido porque, en efecto, Vox dice lo que muchos radicales panistas piensan.

Al día siguiente de abrirle la puerta del Senado, al PAN y no sólo a sus senadores, le llovió una cerrada crítica que evidenció sus divisiones. Logró poner, como pocas veces, de un mismo lado a Calderón cuestionando la “desorientación” del PAN, y a López Obrador, condenando el (casi) fascismo de la derecha mexicana. Tampoco prevén el impacto que en meses o años tenga para el bloque opositor en el Congreso o para una alianza en la elección presidencial con grupos que abracen a la derecha radical. Nada de esto pudieron predecir, así como tampoco explicarse por qué no ganaron en 2018, más allá de atribuir la derrota a un voto irracional. No pudieron prever el costo de tomar del brazo a un partido que niega derechos a las mujeres y hasta la violencia familiar en su país, a pesar de las evidencias y presumirlo en otro donde el feminicidio conmueve diario a la ciudadanía. Posiblemente porque está normalizado entre grupos ultras del Yunque o de origen sinarquista en sus feudos, como Guanajuato, donde nunca una mujer ha sido candidata a la gubernatura ni líder del PAN tras 30 años en el poder.

La dirigencia del PAN ha tratado de deslindarse de Vox y diluir su significado como una reunión a “título personal” de algunos senadores, pero sin poder predecir que eso se vería como muestra de debilidad de su liderazgo nacional y de los riesgos sobre la radicalización de grupos a su interior que le hagan perder el centro del electorado, como las clases medias, que abandonaron a Morena en la CDMX en la última elección. Con esos sectores de poco les servirán las arengas de youtubers de la derecha en las redes porque “es plan de Dios” en un foro en que llamaba a parar la “marea progresista, asquerosa y asesina que viene para todos nuestros países”, como preconiza Vox.

Sin poder, en suma, explicar lo sucedido, a los únicos que de forma extraña podría beneficiar el affaire panista es Vox por creer que avanza en la creación de la Iberosfera —como llama a Latinoamérica con los rescoldos del nacionalismo franquista— y al discurso de López Obrador sobre las similitudes de los fascistas a ambos lados del Atlántico. De este episodio, siguiendo el aforismo de Churchill, tocará ver ahora, por ejemplo, la lectura que haga el PAN sobre el rumbo de la renovación de su dirigencia. Y también las lecturas de sus aliados en el bloque opositor sobre la dislocación de las alas panistas o el margen de convergencia en temas legislativos, incluso la viabilidad de una eventual alianza hacia las elecciones presidenciales de 2024. Toda ésta es la estela que dejó casi misteriosamente para sus convocantes un encuentro entre viejos amigos, que, sin embargo, no deja de avergonzar a muchos sectores del panismo.