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elcristalazo.com

El domingo fue apenas una insinuación sobre responsabilidades en dos graves episodios en la historia frecuente del Partido Revolucionario Institucional, proferidas en tono de advertencia protectora por el reeleccionista presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Alito (el hombre en diminutivo): aquellos quienes propiciaron el Pemex Gate y los relacionados con el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

La dicha alusión era absolutamente obvia. La habría deducido un niño de párvulos: Francisco Labastida y Manlio Fabio Beltrones.

Pero un día después, ayer, en el programa radiofónico de Azucena Uresti, la acusación del diminutivo se hizo mayúscula:

“Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, arremetió contra los priistas que externaron su descontento a su reelección, entre ellos Dulce María Sauri, expresidenta del tricolor; Aurelio Nuño, exsecretario de Educación Pública (SEP); y Manlio Fabio Beltrones, senador electo a quien acusó de estar vinculado en el asesinato del excandidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994”, consignó la página informativa de Radio Fórmula.

El discurso de Alito, cuya estrategia es una fuga hacia adelante una distracción estrepitosa y un recurso de escándalo parea ocultar el centro del problema del PRI: la pérdida absoluta del poder y la confiscación de una dirigencia inútil, derrotada y perdidosa, a través de los cambios estatutarios en pos de una reelección ruinosa, mereció varios artículos interesantes, no tanto por lo ahí escrito, sino por quienes lo escribieron y dónde lo publicaron.

Fue en el diario “La jornada”, con todo su importante identidad editorial. Ninguno de los articulistas pertenece a Morena ni siquiera como simpatizante.

Heriberto Galindo, ex embajador de México en Cuba (aun conserva el tono diplomático) y discípulo directo de Jesús Reyes Heroles (exhibe su herencia de lucidez), dice:

“…El otrora poderosísimo partido político mexicano de fama mundial se encuentra en su peor momento, y se debate entre la vida y la muerte, sin saber a dónde dirigirse; –Quo Vadis– derivado de pugnas y contradicciones en su interior y de la impresionante disminución política territorial y de su notable debacle observados durante los últimos comicios electorales…”

Galindo dice: impresionante disminución política territorial… el hombre de la calle dice pendejos fracasados.

José Murat C., ex gobernador de Oaxaca, entre otras muchas cosas, es más directo y contundente: “Finalmente se consumó lo impensable, lo irracional, lo contrario a la naturaleza, el origen y la tradición histórica del PRI: la reelección de sus dirigentes.

“Una asamblea acotada, dirigida y a modo, en un proceso cuestionado en sus distintas etapas, convalidó los afanes megalómanos y dictatoriales de quien, a semanas de que iba a fenecer su mandato, ahora podrá prolongar su reinado faraónico ocho años más, hasta 2032.

“No sólo prolonga el mandato, sino concentra el poder a niveles sin precedentes, pues ahora desde la presidencia del CEN se puede nombrar y remover a los líderes

de los grupos parlamentarios, federales y estatales, y decidir unilateral y personalmente las candidaturas y dirigencias estatales de toda la geografía nacional.

“Decíamos que esta contrarreforma violenta la historia y la razón de ser del PRI porque es el partido emanado de la Revolución Mexicana, un partido que fue creado justamente para superar en definitiva la etapa porfirista del país, cuyas características principales fueron la reelección y la concentración desmedida del poder…”

Y vaya si Murat conoce al diminutivo.

Otra pluma espontánea, sin mayor peso en el partido, es cierto, es Aurelio Nuño a quien Alito llama político de café de Polanco:

“…el día de ayer, después del peor resultado electoral de nuestra historia, la dirigencia inició el cortejo fúnebre de nuestro partido. La imposición de tres reelecciones consecutivas en favor de sus actuales dirigentes aniquila la institucionalidad del PRI y traiciona su legado.

“El gran partido de México concluirá sus días en las antípodas de su misión: convertido en un pequeño partido de caciques menores. En esa ruta, el PRI perderá su registro antes de que concluyan los ocho años de delirantes reelecciones…”

El PRD murió por los que se salieron. El PRI, por los que se quedaron.