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Es indudable el éxito político del presidente López Obrador que a pesar de los problemas de desabasto de gasolina que persisten en muchos lugares, la explosión que hubo en Hidalgo con el dudoso desempeño de las autoridades que pudieron haber evitado pérdida de vidas, el pésimo desempeño habido por los asesores de PEMEX en Nueva York, la tragedia del helicóptero en Puebla, la dudosa utilidad de la cancelación del aeropuerto en Texcoco, y muchos otros problemas de desempeño en el Gabinete, los grados de aprobación de AMLO en las encuestas de opinión son enormes.

El discurso del presidente sencillo y fácil de digerir, de “antes de mí, todo malo, después de mi la virtud, la verdad, el perdón y la prosperidad para todos”, es impecable para mantener esa aceptación. Sus conferencias cotidianas con los medios, dan una imagen de compromiso, de trabajo incansable y de sensibilidad de lo que le preocupa al pueblo, son parte de ese indudable éxito en su aceptación.

Pero, yo no creo, ni espero, que el pueblo y la gente quiera tener a un dictador, por más bueno que sea, para la conducción política del país. Por eso necesitamos mantener a nuestra democracia viva, activa y mejorada cada vez más. Ese es el gran reto que tenemos como nación. Pero, para que eso se dé, es necesario tener a una buena oposición, que sea creíble, responsable, que impulse a la democracia y al deseo de la gente a mantenerla viva. Sin embargo, no creo sinceramente que tengamos actualmente en el país a una buena oposición.

Lo que hay es una oposición contestataria, que constantemente juzga lo que está mal en el gobierno. Sin menoscabar la necesidad de que la oposición nos exponga eso, estimo que también es necesario tener una oposición que respalde al gobierno, pero diciéndole lo que tiene que hacer, sugiriendo cambios en la conducción de las políticas públicas del país, que por cada crítica vengan dos o tres propuestas.

La oposición tanto del PAN como del PRI puede aportar mucho al país, si fuese una oposición propositiva que otorgue alternativas a las políticas públicas del nuevo gobierno, que nos haga llegar una sensación de seriedad, que ponga en la mesa de discusiones los diversos caminos para solucionar los problemas del país, que colabore con el gobierno en denunciar a funcionarios corruptos, vengan del partido que sea, que critique lo mal que se hizo en el pasado, sea del gobierno que sea.

Por ejemplo, en el tema de la persecución del robo de combustibles, exhibir y presentar claramente a la opinión pública, cómo se puede combatir este delito sin afectar al suministro, cuáles son los sistemas de control que hay dentro de PEMEX para darse cuenta cuando un ducto esté siendo violado. La oposición nos debe de indicar el involucramiento del sindicato de PEMEX y de los altos funcionarios de los gobiernos, emanen del PRI o del PAN, que se vieron involucrados sea por acción u omisión de hacer que creciera exponencialmente este delito.

No podemos darnos el lujo en México de perder una verdadera, responsable y fuerte oposición, que ayude a mantener el balance de poder necesario. Por ejemplo, lo que acabamos de ver en Puebla, fue una repugnante colusión entre MORENA y el PRI para la designación de un gobernador interino cercano al “gober precioso” Marín, nada más para aprovechar la coyuntura política del momento, en vez de designar a una persona idónea e imparcial para un interinato que solo durará cuatro meses.

Una democracia sin partidos de oposición no puede subsistir por mucho tiempo, por lo que los ciudadanos debemos de presionar a las dirigencias de los partidos políticos a impulsar liderazgos morales dentro de sus partidos, que los hay muchos, y no seguir haciendo mafias coyunturales para obtener las migajas en las próximas elecciones y retener el control de sus partidos nada más para mantener sus prerrogativas.

La oposición debe lanzar a las mejores mujeres y a los mejores hombres dentro de sus filas, sean o no sean conocidos, como candidatos para que desde las campañas se vayan generando liderazgos éticos, que creen el ambiente democrático necesario que, con honestidad y fuerza, muestren al actual régimen alternativas de cambios legislativos, de políticas públicas que tiendan a la generación del bien común, independientemente de las coyunturas que existan y de la praxis electoral del momento.

Solo así podremos mantener viva a nuestra democracia, rompiendo el estigma de que el ciudadano visualice a la oposición como los malos, corruptos, y mafiosos del pasado que han hecho que el pueblo empobrezca, y que el actual gobierno es la única salvación de México, a una oposición necesaria, que sea seria, propositiva y responsable, que trabaje por el bien común de nuestra nación.