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Uno de los principales problemas que tenemos con la política en México, como en otros lugares, es que nuestra cultura cívica es muy débil. El sistema educativo mexicano nos ha enseñado a obedecer lo que dice el gobierno y a quedarnos callados. Aunque la primera enseñanza ha sido un gran fracaso porque el mexicano es todo, menos ser obediente. Lo segundo, sí es de preocuparnos. Aunque espero que con el gobierno que tenemos los ciudadanos nos despertemos de nuestra modorra y hagamos algo para darle la vuelta a la tortilla sobre lo que nos está sucediendo con el mal gobierno que sufrimos.

Pero ahora estamos viviendo en tiempos extraordinarios, nunca nos imaginamos que el deterioro que estamos sufriendo esté llegando a la emergencia y gravedad en tan poco tiempo del nuevo gobierno. Primero sentimos las consecuencias que provoca un gobierno que ataca a todo lo que no tenga nada que ver con su gobierno; la consecuencia fue inmediata: la contracción de la inversión, con sus consecuencias en los nuevos empleos, y en la contracción del crecimiento económico.

Pero, aunado a lo anterior, se nos viene encima la pandemia del Covid-19 que nos tomó a todos desprevenidos, y al gobierno más, después de que literalmente desmanteló al sistema de salud por considerarlo algo malo que provenía del pasado “neoliberal”, y la negación por parte del presidente sobre la gravedad de la pandemia, provocando la desinformación sobre el número de contagios como política de Estado para aparecer con números ridículamente pequeños ante los demás países del mundo, principalmente con Estados Unidos.

Las consecuencias, sin embargo, se nos vinieron encima con lo que es difícil de ocultar, el número de muertos, así como la cantidad de hospitalizados. Por cierto, creemos que la supuesta eficiencia en salud por no haberse colapsado el sistema de hospitales en México se debe principalmente a la deliberada política de aceptar a pocas personas en los hospitales a menos de que se pongan graves, y que por eso tenemos relativamente pocas personas que acuden a los hospitales y un número grande de decesos que tratan de ocultar con su categorización a otras enfermedades distintas al Covid-19.

La irresponsabilidad del gobierno en negarse a apoyar a las Mipymes causará la mayor debacle económica después del “error de diciembre” de Zedillo en 1994, que tendrá como consecuencia todo lo contrario a lo que prometió el presidente, de acabar con la pobreza. Se generarán grandes cantidades de pobres en el país que pondrán en peligro la paz social, la estabilidad política y los niveles de criminalidad aumentarán grandemente. Luego, nuestras libertades quedarán gravemente amenazadas. Claro está, la polarización del país se hará mayor, porque AMLO le echará la culpa a “sus adversarios, conservadores, neoliberales”.

Así que lo que tenemos que hacer con urgencia es organizarnos en pequeños grupos, no para pedir la destitución del presidente, eso, aparte de ser fútil porque no sucederá, es más peligroso para México. Lo que hay que hacer es ejercer presión social para que cambien las cosas, y obligar a los principales actores políticos de México, no nada más a los partidos, a que se alinean para derrotar a Morena en las próximas elecciones federales en que se renovará la Cámara de Diputados.

La única forma de hacerlo es alinear a la oposición, sean partidos políticos o candidatos independientes a que exista un solo candidato opositor a Morena por cada Distrito Electoral. Si la oposición se dispersa, se los garantizo, Morena se llevará la mayoría, y este país no puede soportar el mal gobierno de AMLO sin contrapesos hasta el fin del sexenio.

Entonces, ¿qué hacemos?: debemos ocuparnos de generar una sola conversación de poner en cada Distrito Electoral a los mejores perfiles de ciudadanos para que nos representen, sean o no integrantes de los partidos, pero que sea uno solo por Distrito para vencer el poder de Morena y al mal gobierno.