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Fue en un hotel de Houston.

Cercano al aeropuerto internacional, para mayores señas.

El principal actor de esta escena es Javier López Casarín, un personaje sin nombramiento oficial pero representante del entonces canciller designado Marcelo Ebrard.

Fue, para mayores especificaciones, el 15 de noviembre de 2018.

No había nuevo Gobierno y por supuesto todo se hizo a escondidas de la administración de Enrique Peña Nieto, quien recién había tenido la dignidad de cancelar una cita a Donald Trump por agravios al país.

¿Pero qué se acordó en esa ocasión?

Todo al gusto de la administración del republicano Trump.

Convertir a México en país de retención de los migrantes interesados en ingresar a Estados Unidos, fuera por búsqueda de mejores condiciones de vida o por refugio político.

De este hecho algo ha difundido la exembajadora de México en Washington, Martha Bárcena, con un dato adicional muy grave: de esto nada se informó a López Obrador.

Ella debe saberlo, pues le tocó cerrar el ejercicio con el republicano y ver cómo López Obrador se negaba a reconocer el triunfo evidente del demócrata Joe Biden.

BORDER WARS O SEGUNDO PAÍS

En teoría todo era institucional.

Mike Pompeo, secretario de Estado de Donald Trump, se había reunido con López Obrador en su oficina de transición de la colonia Roma

Un encuentro interesante porque en la división binacional se desarrollaba lo conocido como Border Wars, una guerra fronteriza de la cual México sacaba la peor parte.

A ese encuentro siguieron reuniones clandestinas, entre ellas la mencionada del 15 de noviembre de Javier López Casarín con gente de Kirstjen Nielsen, entonces secretaria del Interior o Homeland Security.

Ella fue la principal negociante.

La encargada de doblegar a México en esa ocasión, de ceder soberanía a cambio de nada como luego sucedió con la amenaza de los aranceles -Donald Trump dixit- si no se mandaba un muro de 28 mil soldados en las fronteras sur y norte del país.

Hoy ese programa, si Joe Biden tiene éxito, está a punto de terminar, pero cuántas secuelas ha dejado en contradicción con el discurso presidencial de “a México se le respeta”.

PECADO DEL AEROPUERTO PRIISTA

Vamos hacia una decisión:

O los principales vuelos salen y aterrizan en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), o gran parte de los pasajeros de y hacia la Ciudad de México no tendrán alternativa.

Todo porque ni líneas aéreas ni viajeros quieren acudir a ese lugar sin vías de acceso, sin comunicación y con infraestructura deficiente.

Pero he aquí un dato político clave:

Desde Palacio Nacional se pretendía minimizar al aeropuerto internacional de Toluca porque hay… ¡un gobernador priista, Alfredo del Mazo.

Pero la mala planeación ha presionado al Gobierno federal y ahora, ante la saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y la mala planeación aeroportuaria, las cosas han cambiado.

Toluca debe ser cada día mejor alternativa a pesar del capricho presidencial y aunque esté administrado por el Gobierno del estado.