Oficialmente siguen las negociaciones.
Con plenas posibilidades de cristalizar, explican desde los tres frentes, porque sin esa coalición no habrá futuro en las presidenciales de 2024.
Hay tiempo, subrayan las directivas azul, tricolor y amarilla, porque los plazos electorales del estado de México corren a partir de enero.
No quieren colocarse, justifican en adición, al filo de la ley como lo han hecho el Gobierno y el partido de Estado con su segura candidata Delfina Gómez.
Según sus propias estimaciones, a más tardar en dos meses estarán listas las bases del entendimiento para confrontar al sistema en Coahuila y en el Estado de México.
-Debemos estar listos en septiembre u octubre -me dijo Alejandro Moreno, Alito, cuando le pregunté si habría plazos perentorios para no dejar correr solo al lopezobradorismo.
El panista Marko Cortés y el perredista Jesús Zambrano matizan: no es conveniente poner camisa de fuerza a un proyecto llamado a ser modelo nacional.
LOS ESCOLLOS, LOS RECELOS
El problema tiene otro fondo.
Aunque los tiempos apremien, las dificultades mayores están bajo condiciones de forma y fondo sobre las cuales sellar la unidad.
Ahí aparecen como escollos los nombres de los aspirantes, el método de selección y, aunque usted no lo crea, el reparto de candidaturas… ¡para 2024!
Al PAN de Marko Cortés le parece injusto entregar al PRI las dos candidaturas de 2023, la de Coahuila y del Estado de México, porque se siente con derecho a una y tiene al competitivo Enrique Vargas.
En tanto, al dirigente tricolor Alejandro Moreno le parece lógico por muchas razones: gobierna las dos entidades, tiene cuadros destacados -al coahuilense Manolo Jiménez y a las mexiquenses Alejandra del Moral- para respetar la paridad de género.
Así surgió la propuesta priista: les pagamos en 2024 con otras candidaturas, a gobernadores, a senadores, a diputados, a alcaldes, a lo que sea.
-No aceptamos futuros -y por eso ni el PAN ni Marko Cortés han aceptado y proyectaron ya al ex alcalde de Huixquilucan, Enrique Vargas, con la promesa de elegir al más competitivo.
Un enredo de egos, celos y falta de visión superior.
EDUCACIÓN Y EDUCADORES
1.- La educación es un sector a la deriva.
Tras abolir la reforma educativa de Enrique Peña, se han dado tumbos como desaparecer los exámenes de fin de cursos y la calificación generalizada.
Como la instrucción de aprobar se dio desde la llegada de Delfina Gómez -a ello se opuso Esteban Moctezuma para no devaluar la enseñanza-, hay egresados de secundaria sin haber ido a clases… ¡dos ciclos seguidos!
Pero Delfina ya se va y llegará el tercer secretario, con quien deberá entenderse el SNTE de Alfonso Cepeda, líder clave para la estabilidad del magisterio antes y durante la pandemia.
Tarea difícil tratar con tres titulares con visiones tan distintas entre sí y contra la enseñanza tradicional.
Y 2.- Donde no habrá problemas y sí garantía de muchos votos -¡en el 2024 nos vemos!- será en las Universidades para el Bienestar encomendadas a Raquel Sosa.
Todo egresado tendrá título con la firma presidencial y sólo por ese mérito la garantía de trabajo en el sector salud: IMSS, ISSSTE y SSA.
A ver con qué formación, conocimientos y profesionalismo.
La sociedad del futuro la pagará.