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El presente comenzó hace varios lustros.

Casi cuatro, según recuerdan testigos de aquella historia.

A fines de 2002 los perredistas comenzaron a preparar a sus candidatos para las elecciones intermedias de Vicente Fox Quesada.

Tiempos en los cuales, narran los mismos confidentes, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF) tenía un amigo incondicional en Los Pinos.

Era el sonorense Alfonso Durazo, secretario particular de Fox Quesada, quien era el encargado de la relación entre los dos gobiernos, el federal y el capitalino.

Único contacto de alto nivel porque, fue público y constante, López Obrador no quería ninguna relación con el Presidente de la República.

Por eso no lo invitaba a ningún acto y, arrinconado en la avalancha mediática del tabasqueño, Fox Quesada se refugiaba en giras por el país para no toparse con su adversario perredista.

A HACER LO QUE SE QUIERA

Y los perredistas son los actores de esta historia.

Al frente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) estaba Rosario Robles, quien prometió conquistar al menos 100 diputaciones federales en 2003… o se iría.

Se definían las postulaciones y aquella cúpula amarilla, con Robles al frente pero también con Los Chuchos dominantes en los órganos internos, se repartían las candidaturas en cuotas.

Rosario, Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano lo deben recordar bien: López Obrador quería asumirse como líder único para ello debía desplazar a Cuauhtémoc Cárdenas.

Por lo tanto, la opinión final era suya.

Cansado de reuniones y de confrontar a Nueva Izquierda (NI), dejó de revisar las listas y soltó:

-Olvídense de la Cámara de Diputados. No es tan importante. Lo importante es ganar allá -y señaló hacia Palacio Nacional desde su oficina en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento.

Todos se sorprendieron. Él siguió:

-Sí, ahí está el poder para hacer todo lo que se quiera. Para eso es la Presidencia.

Amenazó, llegó y cumple.

Si alguien lo duda, puede asomarse a los órganos Autónomos debilitados, la absorción de Poderes, la embestida al INE de Lorenzo Córdova, las reformas caprichosas, las obras sin plan maestro…

EXONERACIÓN DE BONILLA

El Presidente acaba de demostrar su afecto hacia Jaime Bonilla.

No lo incorporó a su Gobierno como prometió hasta el cansancio, pero difundió las conclusiones de las investigaciones sobre asesinatos de periodistas.

Los señalamientos mayores eran por el feminicidio de Lourdes Maldonado, quien tuvo relación profesional con el exgobernador de Baja California.

Cuando arreciaba la polémica pese a haberse ejecutado en el Gobierno de Marina del Pilar Ávila, sucedió otro crimen, el de Margarito Martínez.

La fiscalía de Ávila debiera dar resultados y aclarar los dos delitos con una investigación profesional, pero a falta de ella desde Palacio Nacional tenemos información.

A Lourdes Maldonado y Margarito Martínez los aniquilaron elementos de la misma célula criminal, narcomenudistas “remanentes del grupo de los Arellano Félix”, dijo el subsecretario Ricardo Mejía.

Ahora, muy tranquilo, Jaime Bonilla puede disfrutar el receso legislativo y comenzar su maestría para desarrollar con más éxito sus múltiples negocios.