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Tiene razón el Presidente.

Es creíble su afirmación de no estar enterado de cuanto sucede en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) porque es un pasajero muy especial.

Él y los miembros de su gabinete.

Son VIP.

Muy importantes y por lo tanto con muchas deferencias de las compañías de aviación para saber con tiempo cuándo contarán con ellos en asientos de turista.

Las atenciones son supremas por parte de las autoridades de la terminal, con Carlos Morán al frente, para hacerles placenteros los viajes al equipo gobernante.

Un viaje presidencial comienza y termina más o menos así:

Con mucha antelación se informa a las compañías -Aeroméxico es la favorita- las horas de salida y de regreso para tener disponible con suficiente tiempo toda la logística.

En esas condiciones, le escogen número de asiento y tienen la precaución de ponerle acompañantes elegidos previamente o espacio libre para atender asuntos con colaboradores.

Cuando llega al aeropuerto, un vehículo especial del AICM lo recibe y lo conduce hasta la escalerilla del avión, sin contratiempos ni salas de espera donde se le multiplicaban peticiones incómodas y reclamos.

¡AH, LOS VIEJOS VICIOS!

Por ahora está archivada una intención.

Hace un año se pensó utilizar en mayor medida el reconvertido aeropuerto de Santa Lucía, y qué mejor manera de hacerlo con viajes presidenciales para promocionarlo.

Pero no hay vuelos a todos los lugares de visita porque han fracasado los intentos por llevar a las líneas nacionales e internacionales a ese sustituto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Si las aerolíneas se resisten, los pasajeros también.

A los problemas de comunicación por tierra se suman otros, en especial de seguridad porque en las colonias de acceso al AIFA los viajeros registran múltiples asaltos.

Otro obstáculo es la falta de transporte público.

Su director Isidoro Pastor Román ha recibido múltiples peticiones para atender esta deficiencia, pero se mantiene la tendencia del AICM: sólo se permite el servicio a empresas autorizadas y no de plataforma digital.

En ese sentido, es nuevo aeropuerto con prácticas viejas.

CERO PRIMERAS CLASES

En ocasiones se han registrado incidentes con el personal de atención.

Zalameras, las aerolíneas ofrecen ascenso a primera clase para el Presidente, secretarios de Estado y directores de organismos gubernamentales.

No pueden pasar desapercibidos.

El kilometraje acumulado como viajeros frecuentes les permite solicitar los mullidos asientos del frente y no pocos han llegado con la ilusión de usarlos.

Sobre todo si los utilizan para viajes largos -Tijuana, Mexicali, La Paz, Los Cabos-, pero se topan con la negativa inflexible de quienes los guían dentro del aeropuerto.

Hay orden de reubicarlos.

Comedidamente les informan la orden presidencial de colocarlos más o menos en la parte media del avión, asientos adelante, asientos atrás.

Se les da una garantía:

-No se preocupe: le vamos a respetar su acumulación de kilometraje premier para que pueda disponer de él más adelante.

De mala gana, pero la imagen de austeridad para ganar votos es primero a los derechos comerciales aunque los funcionarios sean fifís.

Porque vaya si los hay.