Número cero/ EXCELSIOR
La marea morada volverá a las calles como ya es usual en el 8M, pero en un contexto distinto a años anteriores, cuando en México una mujer se enfila al poder. El triunfo por primera vez en la Presidencia estremece al movimiento feminista que, por un lado, cumple un viejo sueño y, por otro, teme que no sea suficiente contra la violencia de género en un país en el que nada ha logrado detener aún el feminicidio machista.
La situación tiene cierta ironía. Resulta paradójico que México esté a punto de convertirse en el primer país de Norteamérica en ser gobernado por una mujer y sumarse, así, a otras experiencias latinoamericanas, a la vez que es uno de los lugares en el mundo más hostiles, inseguros y mortíferos para ellas. El asunto es complejo y mayor el contrasentido si, de acuerdo con la encuesta de Enkoll/El País, un 75% de mexicanos acepta que el país es machista y, al mismo tiempo, los hombres dicen estar listos para que los gobierne una mujer.
Pero la contradicción no ha dejado de aflorar a lo largo del avance constante en derechos y espacios de representación desde que las mujeres votaron por primera vez en 1955 en el país. Al menos desde las acciones afirmativas para abrir el Congreso en el 2000 hasta la Paridad en Todo, su acceso al poder ha ido en paralelo al incremento de la violencia de género. Las feministas lo explican como consecuencia de que el poder tradicional de los hombres se siente amenazado con una mayor igualdad, además del contexto de inseguridad.
Sea como candidatas o promesas de campaña, el voto de más de la mitad de la población es codiciado hasta por conservadores que se dicen feministas, aunque no compartan sus principios, como el aborto o matrimonios igualitarios. En uno de sus primeros actos de campaña, el candidato del PRIAN a la CDMX, Santiago Taboada, firmó —sin sangre— un compromiso de 11 puntos sobre equidad de género que obedece a la coyuntura electoral, no a su trayectoria política. No obstante, es difícil de determinar la orientación del voto femenino, dado que, en la percepción, una cosa es el crecimiento de la expectativa de género y otra la postulación de mujeres a los cargos.
La clave está en la agenda. En la CDMX, Taboada tiene enfrente a una candidata que se asume producto de las luchas feministas, como Clara Brugada, y no duda en afirmar que quisiera una “ciudad feminista”. Su gobierno en Iztapalapa puso en primer plano un sistema de cuidados que reconozca sus derechos y el peso de esta economía como condición de la igualdad sustantiva, junto con un espacio público seguro, aunque para muchas hoy todavía sea una utopía.
Y lo es porque ni la tipificación del feminicidio como delito o visibilizar la violencia contra las mujeres han logrado frenar su prevalencia. México está entre los 30 países con más violencia feminicida y en los primeros lugares de Latinoamérica, a pesar de que nunca en la historia lleguen tantas mujeres a los puestos de decisión con la última reforma de Paridad Total en la representación de 2019.
La contradicción es evidente, pero también los distintos enfoques, por ejemplo, de las dos candidatas que se juegan la Presidencia. Xóchitl pide el voto para “vivir sin miedo” con que trata de tocar esa percepción que prevalece en el 70% de las mujeres respecto a la ciudad en que viven y que tan sólo en 2022 experimentó un aumento “estadísticamente significativo”, según datos del Inegi. Sin embargo, su agenda y trayectoria no resaltan por iniciativas hacia esa causa. Sus propuestas incluso son restringidas a mujeres profesionistas de clase media que “rompen el techo de cristal” del éxito en empresas o la política, pero que hoy no son lo más importante de la agenda feminista.
Se trata de un enfoque de superación individualista, en contraste con la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, que defiende una postura social con la continuidad de los programas sociales de López Obrador para cambiar las causas de la desigualdad y proteger a las más vulnerables. Tiene el reto de que su lema, “tiempo de mujeres”, le ayude a superar el distanciamiento del movimiento con el actual gobierno e imprimir la agenda feminista en su sello. Veremos si desde la Presidencia el Estado hace un nuevo pacto con ellas.