Era un aeropuerto civil.
Así nació y así ha operado al menos nominal y comercialmente.
Pero no lo es más.
Primero llegaron unos cinco mil marinos y se posesionaron de la seguridad en las dos terminales para combatir el flujo de drogas, de indocumentados, de prostitución.
Eso se nos dijo.
Después, ante el desastre generalizado, se trasplantó de la subsecretaría de Transportes a Carlos Morán Moguel al aeropuerto capitalino.
En teoría Morán Moguel conocía a detalle la situación de esa añosa, saturada, vetusta, disfuncional y deteriorada terminal aérea, pero no lo demostró con correcciones.
No impuso orden y la semana pasada, desde Palacio Nacional, se dio la instrucción de removerlo y en su lugar se colocó al vicealmirante Carlos Ignacio Velázquez Tiscareño.
Es para dar “una sacudida”, dijo López Obrador.
La hay y no precisamente para bien y planeada.
FUNCIONARIOS CESADOS
El vicealmirante ha tomado decisiones de fondo.
Esta semana Carlos Ignacio Velázquez Tiscareño comenzó la destitución generalizada de funcionarios civiles del AICM -en su mayoría de confianza- y en su lugar serán colocados marinos.
La lista es larga, pero citemos algunos cesados:
-Jordi Messeguer Gally, director de Administración.
-Rocío del Carmen Sánchez Corona, directora de Asuntos Jurídicos.
-Jonatthan Ulises Vega Gallaga, encargado de la Subdirección Coordinación Corporativa.
-Alfonso Mayo Hernández, director Comercial y de Servicios.
-Francisco Luis Quiroz Pulido, director de Operación.
Los despidos continuarán justo cuando se acercan varias obras programadas desde la SICT de Jorge Arganis.
No es un tema menor, pues está previsto inhabilitar durante un largo tiempo -ocho meses es demasiado en aviación, sobre todo en un aeropuerto inservible- una de las dos pistas.
Se construirán islas para permitir la movilización de aviones entre una y otra terminales -Aeroméxico será la ganadora- y luego la Terminal 2 -otra vez Aeroméxico de beneficiaria- será sometida a remodelación.
AUTORIZAN MÁS VUELOS
La saturación es parte del problema.
La hay en todo sentido:
Comercialmente por la gran cantidad de franquicias autorizadas sin ton ni son.
Operativamente porque se permiten aterrizajes y despegues al gusto de las aerolíneas.
Funcionalmente porque pasajeros y público en general imposibilitan el movimiento interior.
En seguridad porque a pesar de haber sido declarado saturado en varias ocasiones -la última el 3 de marzo pasado-, sigue el aumento de vuelos.
En esa ocasión el Seneam, hoy a cargo de Ricardo Torres Muela, recomendó ralentizar de 61 a 49 vuelos por hora como máximo.
Esto ya se violó.
Se acaban de autorizar ocho vuelos más por hora -dos cada 15 minutos- y se deja correr la venta libre de boletos a mediano y largo plazos, por lo menos hasta diciembre próximo.
Resultado: más saturación, más riesgos, más retrasos… y despegues y aterrizajes a milla y media náuticas, cuando la recomendación internacional son cuatro millas entre aviones como mínimo.
Si algo pasa, desde ahora recuerde el lamentable accidente de Juan Camilo Mouriño -4 de noviembre de 2008-, cuyo jet volaba a milla y media de un Boeing comercial cuando se proyectó sobre Las Lomas de Chapultepec.