No ha habido nada más falso que la narrativa generada por el actual régimen de que el PRI y el PAN son lo mismo. El PAN, precisamente, nació como una oposición al régimen de Lázaro Cárdenas, en el que se reformó la Constitución para establecer que la educación en México era socialista. El régimen de Cárdenas “institucionalizó” el autoritarismo, a través del establecimiento de un sistema de rotación del poder en los miembros de la llamada “familia revolucionaria”. Mientras el PAN siempre pregonó por generar ciudadanos libres que se desarrollaran en el sistema democrático que formalmente se establecía en nuestra Constitución, pero que el sistema político inventado por Cárdenas le negaba, estableciendo un sistema de control corporativo de índole fascista, mientras el PAN pregonaba por la inminente dignidad del ser humano con derechos inalienables y la participación subsidiaria de los órganos del gobierno, la solidaridad entre los ciudadanos y su gobierno para la resolución de los grandes problemas nacionales, a
partir del Municipio Libre, la división de poderes y el control del poder público por medio de la ley y de las instituciones.
Así, el PAN se dedicó por décadas a la formación de ciudadanos libres con una filosofía demócrata/cristiana que pregonaba por la participación de ciudadanos y gobierno para la consecución del bien común; que es el que el Estado (concebido no solo como gobierno, sino como la conjunción de pueblo, gobierno y territorio, estructurados y ordenados por un Estado de Derecho) brinde a los individuos que integran al pueblo las condiciones necesarias para el pleno desarrollo de su persona, de manera material y espiritual, con seguridad y justicia, primordialmente; servicios públicos adecuados, tales como calles, alumbrado público, agua y saneamiento, electricidad, gas, telefonía, telecomunicaciones; salud y educación; vivienda, cultura y esparcimiento, que permitan el pleno crecimiento del individuo y de su familia.
En la época del presidente Salinas de Gortari, después de la crisis política generada por el desaseo de las elecciones presidenciales comandadas por Manuel Barttlet, hubo un acercamiento entre el presidente Salinas con la dirigencia del PAN (desechado por la izquierda), para establecer gobernabilidad en el país, en donde se generó una apertura hacia la democracia electoral y otros cambios importantes en la estructura de control político que existía, así como una apertura económica necesaria ante el advenimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
A partir de estos acuerdos, el actual presidente en la oposición del PRD, empezó a acuñar al famoso PRIAN, cuyo concepto fue consolidado en el Pacto por México en el gobierno de Peña Nieto, siendo Gustavo Madero presidente del PAN, donde el PRI le tocó la puerta al PAN (después de que aquel le negó en los gobiernos de Fox y de Calderón las reformas estructurales que requería México, en materia de telecomunicaciones, educación, energía, en materia financiera, transparencia y sistema anticorrupción), habiendo el PAN aceptado el llamado.
Después del desastroso desempeño del gobierno del Peña Nieto, en el que se desbordaron los actos de corrupción en el gobierno priista, habiendo participado el PAN en uno de ellos, junto con los demás partidos, en la corrupta práctica de los “moches” en partidas presupuestales designadas a los diputados para ser aplicadas en infraestructura urbana y deportiva, así como en infraestructura educativa, por lo que la izquierda lo aprovechó para consolidar el epíteto de PRIAN.
Finalmente, después del arrollador triunfo del presidente en las elecciones del 2018, que hizo necesaria la alianza del PAN, PRI y PRD, en “Va por México”, la izquierda aprovechó para decir que era evidente la existencia del PRIAN.
Ahora tenemos el gran problema de la existencia de un presidente fracasado en el desempeño de su gobierno, pero exitoso en su imagen ante el pueblo, frente a una oposición desprestigiada con falta de credibilidad y prestigio.
Sabemos que de continuar con Morena en el gobierno nada bien le augura al país, pero para que eso no suceda, es necesario que la sociedad civil y los ciudadanos libres sean los que presenten un frente unido y creíble, que necesariamente debe de ir acompañado por los desprestigiados partidos políticos de oposición, para presentarle al electorado una narrativa alternativa que demuestre que personas de buena fe y con amor a México, participarán en un gobierno de coalición, no para regresar al pasado, sino para continuar con el buen desarrollo democrático del país, la división de poderes y el control del poder presidencial a través de las instituciones, para regresar a la senda de la consecución del bien común.