A Meche, Mercedes Carreño, mi inolvidable 𝗙𝗹𝗼𝗿 de la película 𝗟𝗮 𝗖𝗵𝗼𝗰𝗮, la comencé a reverenciar desde 1974, cuando desde una butaca del cine Maya, en Tapachula, Chiapas –entre la colorida proyección de la pantalla, y embelesado–, descubrí la espléndida belleza silvestre de la actriz veracruzana, de entonces 27 años, en la cinta basada en un relato del notable escritor tapachulteco, Alfonso Díaz Bullard.
Meche, una auténtica belleza natural –aunque debo reconocer que su hermosura rivalizaba con la de Pillar Pellicer, su compañera de reparto–, extasiaba a los jóvenes de entonces. Y más, cuando en cámara lenta –en ese filme dirigido por Emilio 𝗘𝗹 𝗜𝗻𝗱𝗶𝗼 Fernández–, emergía desde las orillas del río Grijalba, con sus turgentes senos al aire, mostrando su total desnudez ante la cámara. Seguramente que los muchachos de las poblaciones tabasqueñas de Santa Sofía y Monte Flor, que en esos años tuvieron oportunidad de observar directamente la filmación, fueron más afortunados que yo.
No fue sino hasta varios años después –gracias a mi gran amigo, el reconocido fotoperiodista Antonio Caballero, quien me la presentó y acompañados de algunos familiares y amigos muy cercanos, en una comida en el restaurante 𝗘𝗹 𝗛𝗶𝗽𝗼́𝗱𝗿𝗼𝗺𝗼, de estilo alemán–, cuando tuve oportunidad de conocerla y luego ser su amigo. Era una apasionada y dedicada bailarina y realizaba cotidianamente sus rutinas para mantenerse en forma.
Luego, se fue a vivir a Yucatán y la comunicación, muy a mi pesar, se diluyó poco a poco. Este viernes, tanto Antonio Caballero, como yo, nos enteramos de la dolorosa noticia de su fallecimiento, en un hospital de Estados Unidos, a causa de cáncer en el hígado.
Foto PRINCIPAL: ALBERTO CARBOT
Fotos INTERIORES: Secretaría de Cultura