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Admitámoslo, en el actual gobierno de López, desde el punto de vista del poder político, lo único que ha cambiado, es la titularidad de la Presidencia de la República que ahora la detenta Andrés López; pero, los poderosos siguen siendo los mismos oligarcas que han venido explotando/saqueando al país desde hace décadas.

El presidente ha tejido una red de complicidades con estos oligarcas desde su campaña, pactando con ellos para mantener vigentes sus privilegios, prebendas, exclusividades y canonjías.

Todo esto lo debe conocer el pueblo para que no continúe su engaño. Debemos desde la ciudadanía hacerle saber a la gente que no debemos caer en la trampa, que necesitamos a un México ordenado, en donde haya igualdad ante la ley (a los oligarcas no se les aplica la ley o se hacen leyes a modo para su beneficio) y que la misma tenga vigencia real y que su incumplimiento traiga consecuencias. Necesitamos un país que tenga rumbo y visión, no ocurrencias, un país que tenga instituciones, no uno que tenga a un presidente destructor o debilitador de las mismas. Es necesario que tengamos visión de futuro ante la gran oportunidad histórica que nuestra posición geopolítica en el mundo nos está brindando.

La oposición requiere oír a la gente sobre sus necesidades cotidianas, sus sueños y pesadillas para aprender a enviarles un mensaje de esperanza sobre lo que podemos lograr sacando al régimen lopista del poder.

Uno de los principales mensajes que es necesario enviar es que no hay que permitir que continúen personas con un poder que trasciende a la ley, no debemos dejar que haya personas que se coludan con el gobierno para sacar ventajas personales, afectando con ello, tanto la competitividad del país, que hace que vengan menos inversiones a México que ayudan a generar mejores sueldos, condiciónense de trabajo y oportunidades para mejorar la vida de los mexicanos.

El presidente tiene a sus preferidos, como al dueño de Telmex y Telcel, que gozan de concesiones gubernamentales en telecomunicaciones teniendo ventajas anticonstitucionales para mantener sus ventajas monopólicas, y además tiene negocios en el mundo de la construcción en donde aprovechan al máximo la colusión con el gobierno. Asimismo, el presidente guarda especial acercamiento con el dueño de TV Azteca, y otros múltiples negocios en otras áreas, quien debe miles de millones al fisco sin que sea molestado. También, el presidente tiene relaciones con muchos otros oligarcas del Consejo Mexicano de Negocios. Todos ellos forman parte del club exclusivo de “asesores” del presidente. En muchos de esos negocios se generan inconsistencias graves en nuestra economía que impiden el pleno desarrollo del país.

El problema en México no ha sido el neoliberalismo, sino la falta de él, al haber estado siempre el gobierno (como ahora) casado con los oligarcas que han venido dominando a México desde tiempos ancestrales.

Si queremos a un México con seguridad y justicia, lo primero que tenemos que hacer es redireccionar nuestro presupuesto a eso, aplicando recursos púbicos para fortalecer nuestras policías desde el nivel municipal para arriba, con sueldos que den capacidad a nuestros agentes de seguridad de que ellos y sus familias crezcan en su calidad de vida, en la que ser policía o sus familiares sea un motivo de orgullo y no de vergüenza, porque el trabajar para la seguridad pública implique tener un buen sueldo, que dé para casa habitación, educación universitaria para los hijos, vacaciones, cultura y esparcimiento para toda la familia.

Si queremos un “cambio de régimen”, una transformación de verdad es necesario erradicar esos privilegios que existen, no con payasadas como la “austeridad republicana” que lo único que ha logrado es destruir la poca eficacia que teníamos de nuestro gobierno.

Debemos trabajar en ello, desarrollando el adecuado discurso político (narrativa), y reestablecer las dirigencias de nuestros partidos para que ellas generen confianza y manden a la ciudadanía una señal de que vamos en serio.