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Número cero/ EXCELSIOR

Al interior del gobierno de la 4T y Morena se respira alta tensión desde que se abrió la sucesión como descarga de energía que pasa de uno a otro presidenciable en el escaparate público. Hay estados de ansia y estrés, que produce la acción de fuerzas opuestas y que podrían enrarecer la conducción del país, en un momento de fuerte confrontación por la reforma constitucional político-electoral en ciernes y el revés de la revocación de mandato, como ya hizo saber a Palacio Nacional el bloque opositor esta semana en el Congreso.

Para la oposición, el debate sobre la autonomía del INE y del TEPJF es una línea Maginot contra el asalto de la 4T a sus tropas y descubrir sus grandes huecos hacia 2024. Es una zona infranqueable que derivaría en su desestabilización si el gobierno lograra penetrarla. Con su resistencia al extraordinario para la revocación de mandato refrendaron el frente para impedir la remoción de magistrados del tribunal y los consejeros del INE, ahora en una posición opuesta a la que antes tuvo el PRI y el PAN en 2007, cuando lo desintegraron tras las denuncias de fraude de 2006. Pero de aquellos “polvos” vienen estos “lodos” de la nueva reforma anunciada por López Obrador tras un largo asedio de ataques y descalificaciones contra ellos. “No pasarán” es la consigna opositora bajo el manto protector de la mayoría calificada que Morena y aliados no tienen para aprobar por los nuevos equilibrios en el Congreso de la elección pasada.

Pero el control por el terreno de juego electoral hacia 2024 no es el único frente de tensión para el gobierno, ahora con una mayoría exigua en el Congreso. A lo externo se suman las pugnas internas por el desplazamiento de operadores clave como Ricardo Monreal, al que reclaman el frenazo a la ley de revocación de mandato y el revés en el Tribunal para el recuento de la elección en Campeche, a pesar de que Olga Sánchez Cordero tampoco pudo destrabarlo. El coordinador de Morena en el Senado ha sido pieza clave para reformas troncales de la 4T por su jetatura con MC, el PVEM y PT en la Cámara alta, pero su influjo parece menguar desde que López Obrador levantó las “corcholatas” de la sucesión sin aparecer su nombre.

El encarte anticipado marcó una ruta clara hacia Claudia Sheinbaum, pero también mostró que los que no son “corcholatas” tienen taparrosca. Los reveses para Morena se acumularon en zonas de influencia de Monreal, que desde la elección es visto con desconfianza por atribuirle la derrota en la delegación Cuauhtémoc, como parte del descalabro de Morena en la CDMX. López Obrador, sin embargo, se ha cuidado de que la tensión explote en su propia casa y prefiere descargar su enojo con acusaciones de salinistas contra los legisladores que frenaron la revocación de mandato e ironizó con los magistrados “ultrademocráticos”. El mensaje del antiguo socio de López Obrador pareciera recordar su importancia para la coalición de Morena y los riesgos de rebelarse contra la disciplina presidencial mientras tenga un papel clave para las reformas en el Congreso.

No para ahí. La tirantez por la que atraviesa la 4T también alcanzó a otro presidenciable, Marcelo Ebrard, con una crisis en la diplomacia cultural, en medio de acusaciones de campañas impulsadas por intereses de facción que aluden a personas cercanas a Sheinbaum. En una carta de defensa a Brenda Lozano, el exdirector Enrique Márquez acusó al historiador Pedro Salmerón de intentar tumbarla como agregada cultural en España. En este caso, el Presidente sí intervino para desechar el nombramiento y tratar de cortar un accidentado conflicto motivado por pugnas internas de la 4T.

Las tensiones se acumulan en el frente externo, pero también en su interior entre los presidenciables a tres años aún para la sucesión, lo que abre importantes riesgos políticos para la conducción del gobierno. En efecto, la autorevelación presidencial como el destapador de su sucesor ha abierto una guerra de baja entre los aspirantes que, sin embargo, ya comienza a proyectarse en reformas torales para su gobierno. Ahora cualquier iniciativa es la oportunidad de avanzar en las preferencias de López Obrador o de enviar mensajes sobre la inconformidad de los que no alcanzan su confianza. Ése el estado de tensión en la 4T con el nerviosismo, el estrés y la ambición por sustituir a su líder.