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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La polarización de profundas divisiones políticas que sacude al país, comienza a tener rendimientos decrecientes para su principal instigador: el Presidente. Su liderazgo polarizador muestra síntomas de perder punch electoral y cierra espacios a los acuerdos que aún necesita para transitar el resto de su gobierno. La demonización de los adversarios tiene un efecto búmeran por aglutinar el bloque de partidos opositores en contra de la 4T.

Por eso sorprende la decisión de elevar el clima de violencia política con la acusación de “traidores” a los opositores, a pesar del desgaste de la estrategia de antagonizar contra los que contradigan sus designios, como indican sus propios datos de los reveses de la consulta del revocatorio y la desaprobación de la reforma eléctrica. El epíteto contra opositores como el conjunto de crímenes de los actos más extremos contra el país restringe los procesos democráticos porque la polarización hace pedazos normas informales, pero cruciales de tolerancia y moderación que mantienen la competencia política dentro de sus límites.

La comunicación presidencial pierde fuerza disuasiva y falla al mostrar su dificultad para procesar malos resultados. En consecuencia, genera el temor de que tampoco acepte pacíficamente derrotas electorales en los seis procesos estatales de 2022 y luego la sucesión presidencial, aunque él ya no aparezca en la boleta. La preocupación se extiende también en el interior de la 4T donde ven los últimos descalabros ya como síntoma de que los bonos de la polarización se agotan, aunque no se atrevan a contrariarlo. Para evitarlo, la cúpula de Morena trata de afirmarlo y da un paso al frente en el linchamiento de opositores, aunque luego tenga que desandar el camino cuando haya que negociar las siguientes reformas en las cámaras. Ése será el tiempo de vigencia de la acusación de traición, como suele suceder en política entre un acuerdo y otro, aunque es cada vez más difícil revertir un ambiente político intoxicado.

Los datos, sin embargo, muestran que la polarización le da cada vez menos dividendos electorales, aunque la espiral de ira y división pueda autoperpetuarse. El Presidente acusa como una deslealtad a la nación la derrota de la reforma eléctrica en el Congreso como si él y la nación se fundieran en la misma víctima de la entrega a los intereses de las compañías extranjeras. Pero el efecto es unificar a sus adversarios en una mala estrategia que los empuja a aislarlo. Ante eso, prefiere negarlo.

La exacerbación del discurso divisorio entre una minoría privilegiada y el pueblo complica negociar acuerdos con la oposición para reformas constitucionales como la electoral o la ley de la Guardia Nacional. López Obrador lo niega, aunque Ricardo Monreal se lo recuerda.

Pero lo más importantes es que en donde el Presidente había ganado con la polarización, aunque el país perdiera, comienza ya a pagar costos. Los 16 millones de votos del revocatorio quedaron muy lejos de los casi 40 millones para que fuera vinculante. Mucho más preocupante para el Presidente: su merma fue de casi 6 millones respecto a los 21 millones de la 4T en 2021. Y peor aún, la distancia con los votos del bloque opositor en las intermedias resultó aún mayor que esa cifra en más de un millón de votos.

El apoyo estuvo por debajo de la media con una calificación promedio de 4.5 en una escala de 10, lo que supone que ha logrado poner a más de la mitad del electorado en su contra. Y, por si fuera poco, los estados con mayor peso electoral, Edomex, CDMX y Jalisco, estuvieron en ese rango, salvo Veracruz. Con estas cifras y el freno a la reforma eléctrica, la oposición siente un resurgir tras un papel marginal durante la primera mitad del sexenio.

La polarización es un trastorno del debate público que interfiere la información y distorsiona la realidad, pero como recurso cada vez tiene menos fuerza para alejar la atención de los problemas reales como la conmoción por la tragedia de los feminicidios, la carestía y la inseguridad. Eso explica por qué la comunicación presidencial comienza a parecer desgastada aun antes de que se refleje en su popularidad. Esta vez la fortaleza del discurso no sirvió para ocultar su molestia por el descarrilamiento de la reforma eléctrica o el parón al Tren Maya, aunque tratara de fundirse con la nación como víctima de intereses contrarios al país.