La compra del primer lote de vacunas de Pfizer es una de las mejores noticias del annus horribilis contra el covid, aunque no acabará con la pandemia de golpe. Los próximos meses de crisis económica y sanitaria serán aún terribles, por más que el gobierno se alce con un discurso triunfalista sobre la emergencia. Sobran preguntas sobre el lugar que ocupará México en la cola de la vacuna en el mundo, su priorización en el país y especialmente el plan de distribución a través de servicios de salud, cuya modernización dista mucho de Dinamarca o los nórdicos que el Presidente prometía para los primeros dos años del sexenio.
Aunque López Obrador descarta que la pandemia haya rebasado a sus administradores, los pronósticos superados, con más de 100,000 muertes, deben enseñar que las soluciones simplificadas o los pronósticos simplistas se revierten en el largo plazo. Para las respuestas que faltan por darse, la repetición de matices y motivaciones políticas en el discurso oficial remaría contra la consistencia y la eficacia de las estrategias, por ejemplo, del plan de vacunación.
Los retos son enormes. La perspectiva de una nueva normalidad, en opinión de expertos epidemiólogos, será posible cuando el 60% de la población reciba la vacuna, y para ello aún faltan meses de riesgo sanitario y debilidad económica. El año horrible no ha terminado y por eso tiene sentido la advertencia de la OMS a México de tomarse en serio el control de la pandemia, porque la situación es grave. El gobierno confía en iniciar la vacunación este mes con 250,000 dosis, aunque su aplicación no significará, en automático, la reducción de contagios, que ya superan 1,1 millón de personas.
En efecto, el país está en una mala situación cuando suben los contagios y las muertes en estados de vuelta al semáforo rojo o que traspasan el umbral de riesgo epidemiológico, como la CDMX. Y, sobre todo, si persisten mensajes ambivalentes en la comunicación oficial y debilitan las medidas de prevención o relajan el cuidado ante un virus hiperactivo. La respuesta oficial a la pandemia no abandona el doble discurso de “no bajar la guardia” y desestimar, por ejemplo, el uso de cubrebocas, cuando, ahora, la OMS lo recomienda como obligatorio en espacios públicos como principal medida profiláctica; o estirar al máximo la liga de la señalización para evitar la impresión de que estamos ante nuevos ciclos de la pandemia.
Los dobles discursos en la comunicación oficial, desde un principio, son los mayores problemas del plan antipandemia, así como la descoordinación de estrategias con los estados, probablemente dos de las causas de que el país ocupe el peor lugar en su manejo en un listado de Bloomberg. Y sin que quepa la justificación de que hay países con más letalidad, como dijo el presidente de España, cuando lo que se juzga es el crecimiento de casos y víctimas. La perspectiva es que, en marzo, el país podría sumar 150,000 defunciones por covid si se relajan las medidas de contención. Si la comunidad percibe mensajes contradictorios, eso se paga con esos resultados.
Detrás de la confusión en el discurso prevalecen tensiones al interior del gobierno y con los estados. Por ejemplo, la previsión es que la Federación mantenga la educación a distancia durante el primer semestre de 2021, mientras Jalisco anuncia que en enero volverá a aulas presenciales. Y poco se considera aumentar la tasa de pruebas disponibles en las entidades para detectar la extensión de la infección, salvo el esfuerzo de la CDMX para mejorar la detección temprana.
En el manejo de la pandemia, el gobierno decidió centralizar la estrategia y la vocería en el subsecretario López-Gatell, por encima de órganos plurales como el Consejo Nacional de Salud Pública. El costo ha sido la personalización de las acciones y críticas en un funcionario, en vez de haber preservado una voz independiente para dirigir el programa desde la técnica y la ciencia. Ahora será el área de López-Gatell la responsable del plan de vacunación contra el covid, no obstante que la logística de distribución corresponde a una especialización distinta a la prevención y promoción de la salud de su responsabilidad. Por eso conviene recordar que las distorsiones políticas en asuntos delicados suelen ser un búmeran para sus responsables si cede a ellas.