El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, regresó a Washington para visitar la Casa Blanca por primera vez desde su derrota en las elecciones de 2020, con el propósito de reunirse con Joe Biden en una ceremonia que marca el inicio de la transición pacífica de poder.
“Bienvenido de nuevo”, saludó el demócrata, mientras extendía su mano para saludar a su sucesor. El presidente electo, por su parte, aseguró que la transición sería “lo más fluida posible”. Este gesto contrasta con su actitud en 2020, cuando se negó a aceptar los resultados electorales y a facilitar el proceso para el entonces presidente electo.
El encuentro, descrito por la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, como “muy cordial y sustancial”, abordó temas clave de política exterior, como la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza. Según el asesor de seguridad nacional demócrata, Jake Sullivan, el presidente actual subrayó la importancia del apoyo estadounidense a Ucrania, algo que el republicano prometió reevaluar.
La derrota electoral de la vicepresidenta Kamala Harris la semana pasada precipitó la invitación al magnate republicano, un movimiento humillante para el actual líder de la Casa Blanca, consciente de que gran parte de su legado podría ser desmantelado por la nueva administración. No obstante, ofreció su colaboración, al afirmar que haría todo lo posible para garantizar una transición ordenada.
El presidente electo aprovechó su visita para consolidar su liderazgo dentro del Partido Republicano. Con el control del Senado y de la Cámara de Representantes, el expresidente se encuentra en una posición de fuerza para implementar su agenda.
Entre sus nombramientos destacan Elon Musk y Vivek Ramaswamy, encargados de una comisión de eficiencia gubernamental, así como figuras belicistas como Marco Rubio y Michael Waltz en los departamentos de Estado y Seguridad Nacional.
El retorno del republicano a la Casa Blanca no sólo restaurará políticas interrumpidas, sino que también evidencia su capacidad para movilizar al electorado conservador, lo que consolida su poder dentro del partido.
Donald Trump anunció la designación de Marco Rubio como secretario de Estado en su futura administración. Rubio, de origen cubano, se convertirá en el primer latino en ocupar este cargo, lo que marca un hito en la política estadounidense. “Promoveremos la paz a través de la fuerza”, escribió en X, lo que subraya su postura firme.
Rubio, de 53 años, es conocido por sus posiciones de línea dura contra regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es un crítico feroz de Nicolás Maduro, a quien acusó de fraude electoral y de liderar un “narcorégimen”.
Su perfil internacional también incluye una postura inquebrantable frente a China e Irán. Su nombramiento generó reacciones encontradas: mientras algunos lo ven como una “voz para la libertad”, otros temen que su enfoque complique la diplomacia.
Con información del periódico 24 Horas