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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La “Cumbre” de líderes de América del Norte fue un escaparate de la visión global de la región de EU y Canadá frente a la vieja idea de la “Patria Grande” latinoamericana de López Obrador. Pero, más allá de sus perspectivas distintas, la potencia mundial logró traducir en acuerdos sus prioridades para una mayor integración regional en un momento de transformación en que necesita afirmar el peso de Norteamérica en la geopolítica mundial. Los mandatarios, con tal objetivo, no escatimaron en revestir de simbolismo el encuentro trilateral de los “tres amigos”, de abrazos apretados y cercanía en las fotos, para conectar con sus agendas y electorados. Sin embargo, no pudieron ocultar la distancia de lo que representa la integración para cada uno, como constató el reclamó de López Obrador a Biden por el desdén de EU hacia América Latina y la respuesta puntual de éste sobre los intereses globales de su país y sus inversiones millonarias en la región.

Los símbolos sirven para reforzar su imagen y repeler críticas internas, contar y calcular su fuerza por la hegemonía mundial y trazar líneas amarillas del bloque en dirección al norte. También para delinear lo que se queda fuera del T-MEC, los migrantes o el resto de Latinoamérica. A todos les sirven los símbolos, pero EU logró impulsar su agenda en los compromisos y la dirección de la integración.

En los acuerdos es más fácil reconocer el realismo de Biden y Trudeau que las posiciones soberanistas o el “sueño de Bolívar” que defiende López Obrador. Las cosas van muy bien entre los socios de América del Norte, apostilló el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, al finalizar el conclave. Difícilmente podría haber dicho otra cosa si México, en los hechos, aceptó las fronteras al comercio, economía, migración y seguridad que dibujaron sus socios, a pesar de choques de discursos. Unos acuerdos de líneas rojas que confinan a la retórica la utopía de integración continental defendida por México. Y en los que lo más importante es lo que no se dijo sobre la operación de los acuerdos de migración o la solución del litigio energético, aunque eso puede esperar.

López Obrador protagonizó fotos y discursos, mientras la agenda la controlaron sus invitados, especialmente EU. Biden tenía clara la película que quería ver en la “Cumbre” con un guion sobre la urgencia de elevar la competitividad del mercado norteamericano frente a cambios geopolíticos por su lucha con China. EU ve a sus aliados necesarios para la relocalización de cadenas de suministro de Asia, sustitución de importaciones y asegurar sus fronteras de la migración y la droga. El enroque regional no se trata de construir un bloque político y de derechos como invocara López Obrador de una Unión Europea continental, sólo de mercado y comercio.

En la mesa de negociación, en la que el canciller Ebrard llevó la batuta por parte de México, se impusieron posturas que EU anunció desde antes, como el acuerdo para devolver hasta 30 mil inmigrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela que entren ilegalmente a su país o sin cumplir los requisitos, o su prioridad en el combate al fentanilo como emergencia sanitaria en su país. Los compromisos, si bien suponen el reconocimiento de López Obrador de que la economía mexicana está inevitablemente encadenada a Norteamérica, son menos claros en las respuestas a problemas que prevalecen, como la reforma energética, las mineras canadienses o la aplicación del plan migratorio de EU. El simbolismo no lo resuelve ni logra despejar las dudas entre las posiciones pragmáticas de EU y Canadá frente a la defensa de la soberanía energética, el desinterés de México por las energías limpias o la amenaza a los derechos humanos del plan migratorio de Biden. Particulares dudas hay en esos acuerdos por el costo para México de cumplirlos. Con ellos queda suprimida la idea de una reforma migratoria en EU como condición para lograr una frontera segura y dejan a México una “bomba de tiempo” con la crisis de migrantes del Caribe y Centroamérica. Los estados fronterizos no tienen condiciones para absorber un flujo de migrantes no visto en la historia reciente sin poner en jaque el sistema de refugio y asilo del país.

Aun así, los líderes están decididos a seguir la vía exclusiva hacia el norte para reforzar la seguridad y alcanzar la prosperidad, sostenibilidad y la integración de los tres amigos.