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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La concentración de atención pública en el covid-19 cedió espacio en el mundo a las protestas contra el racismo en EU a través de la circulación de imágenes de violencia, a las puertas de la Casa Blanca, no vistas en décadas.

La furia por otro caso de abuso policial, en México, también desplazó el ojo mediático hacia la falta de control en el uso de la fuerza pública en el país. Los estallidos de indignación en medio de los estragos de la pandemia son un foco rojo de la crisis social que deja el gran golpe sanitario y los riesgos de respuestas irresponsables en los gobiernos.

La agitación estalló en EU con un video que capta la muerte del afroamericano George Floyd bajo la presión de la rodilla de un policía blanco sobre su cuello, en Minneapolis. La viralización del caso de un joven asesinado por policías municipales de Jalisco también encendió manifestaciones violentas en Guadalajara, reprimidas por el gobierno de Alfaro. En ambos casos, la brutalidad policial es el detonante de protestas en sociedades consumidas por el ansia, el temor y el descontento social por la crisis sanitaria. En la gran reactivación apenas se vislumbra el trastorno emotivo por miles de muertos en la epidemia y las fracturas sociales del desempleo masivo y la depresión económica que emerge de ella. Pero son los gobiernos los que menos parecen verlo con respuestas facciosas y exaltación de la división.

Las problemáticas son muy diferentes, pero coinciden en mostrar el mayor movimiento de ánimo de ir contra la autoridad en comunidades agraviadas por la marginación, empobrecimiento e injusticia contra minorías raciales como en EU y comunidades pauperizadas en México. La mayor resistencia a los excesos de la autoridad revive la movilización contra el racismo en un país en donde la discriminación tiene una cifra de cadáveres. En México el hashtag #justiciaparagiovani visibilizó uno de los miles de casos de abuso a víctimas de la violencia que ocurren a diario en un país acostumbrado a ella —con más de 60 mil desaparecidos— y en el que el componente clasista domina la impunidad de la justicia. Según su familia, Giovanni fue detenido por no traer cubrebocas conforme a la política de “cero tolerancia” estatal en la pandemia. ¡Albañil asesinado por la policía en nombre de la salud!

Los gobiernos caminan sobre rastrojos de difuntos, pero su forma de reaccionar es la declaración jurídica que marca la diferencia entre perjudicar y asegurar los derechos humanos de todos. En EU, los militares fueron un muro a la pretensión militarista de Trump y los gobernadores no sucumbieron a su llamado de mano dura porque manifestarse es un derecho constitucional. En México, las autoridades se acusan de mentir sobre los hechos y manipular la protesta para desestabilizar gobiernos, como el de Jalisco, desde los “sótanos del poder” federal, con lo cual reducen el caso a una lucha facciosa de poder.

Las autoridades se suben a la agitación contra la brutalidad policial para exhibirse sin pudor y sin reparar en el desgaste que el cinismo y la confrontación causa a los gobiernos de todos los partidos. El efecto de demostración de Jalisco se replicó en la CDMX con marchas y disturbios en un claro indicador de que la crisis social es pasto seco para el estallido de la inconformidad, sin importar el color político cuando la respuesta es otra vez el abuso en el uso de la fuerza.

La incapacidad de lanzar mensajes de unidad y ver los conflictos como oportunidad para la división juegan contra la gobernabilidad y confianza en la autoridad. Todos los niveles de gobierno tendrían que preocuparse por el uso de la fuerza en el país tras el decreto presidencial de militarizar la seguridad pública en medio de la pandemia sin mayores controles y contrapesos, pues el abuso es el patrón de la procuración de justicia. Pero aquí casi ninguna se ha opuesto a esa respuesta. Posiblemente por eso nunca hemos visto escenas de genuflexión de la policía en señal de reverencia ante las víctimas a pesar de la práctica común de la tortura, desaparición de personas y fabricación de culpables. De manera inédita ocurrieron en EU porque saben que el abuso de la autoridad es hoy precursor de la agitación social.