Pronto me doy cuenta de que no soy yo nada más; los comentarios así lo demuestran, ¿Acaso estamos viviendo demasiado aprisa? O simplemente nos estamos dejando llevar con prisa, con carreras, con compromisos que nos echamos a cuestas.
No podría decirlo porque la respuesta es de cada quién, es algo muy personal. Sin embargo, creo que al acercarse una fecha tan importante y significativa como lo es la Navidad, es un buen tiempo para reflexionar, para hacer un recuento de lo que hicimos durante el año o lo que hemos dejado de hacer.
Empezar por dar gracias a Dios por todo lo que nos ha permitido disfrutar: Familia, amigos, compañeros, que son de laguna manera nuestros regalos invaluables. Por supuesto, gracias por ese maravilloso regalo de Dios a la Humanidad: El nacimiento de un hermoso niño llamado Jesús, el que vino al mundo para nuestra propia salvación.
Nos preparamos en esta fecha para compartir en reuniones, momentos de alegría y ofrecer nuestros mejores deseos a quienes han sido parte, de alguna manera, en nuestra actividad.
Con gran alegría ponemos la decoración en el árbol para dar ese toque de luz en nuestro hogar. Pronto el pino se verá rodeado de bolsas y cajas festivas que esperan ser entregadas a una persona especial.
Las tradiciones nuestras, plenas de colorido, son realmente hermosas y cada hogar revive esos maravillosos momentos con los que muchos de nosotros crecimos. Todo eso está muy bien, los regalos, la cena, continuar con lo que un día aprendimos en el hogar de nuestros padres para transmitir a las siguientes generaciones.
Hay algo muy bello que hay tener presente siempre. Que el mejor regalo que todo ser humano ha recibido por generaciones es sin duda el Nacimiento del Niño Dios.
Una historia de Amor que se repite año con año. ¿Qué podemos ofrecer a un bebé recién nacido? Muchas cosas. Sin embargo, a un niño tan especial como es nuestro Salvador, considero que María y José, sus padres, desearían que todos nosotros honráramos a su hijo con nuestro comportamiento. Que seamos capaces de defender día a día los valores morales que afortunadamente aún prevalecen en muchas familias y tengamos la fortaleza para luchar y desechar las imposiciones, qué por moda o conveniencia de algunos grupos, están arrastrando y, por ende, denigrando a buena parte de la población.
Sí, se nos fue muy rápido el año; lo vivimos demasiado aprisa. Hoy es tiempo de sentarnos un momento y reflexionar.
Ante todo, creo que es un buen momento para hacer algo importante: Darle gracias a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido de Él. Porque a pesar de nuestro comportamiento –el de toda la humanidad- sigue ofreciéndonos la oportunidad de recapacitar, de permitir enderezar nuestro camino.
Nos ofrece la oportunidad de tener salud y valorarla en toda su magnitud, a pesar de los achaques que llegan con los años. Nos brinda la oportunidad también de disfrutar a los hijos, a los nietos y revivir en familia tantos momentos juntos.
Aprovechemos pues, hoy que aún podemos, cada momento para vivir realmente a plenitud. No olvidemos que mientras haya vida habrá esperanza. Y si mantenemos viva nuestra fe en Dios, a las penas o a los momentos no gratos, le encontraremos una solución.
¿Cómo no dar gracias a Dios por tantas bendiciones? Que esta Navidad sea de dicha y alegría en sus hogares. Lo mejor para 2018.