NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
El mayor golpe de Claudia Sheinbaum contra el “cártel del chapopote” perforó la última red verde que desplazó a los civiles en aduanas desde el sexenio pasado para atajar la corrupción. La visibilidad de una intrincada trama de complicidades en el atraco del huachicol fiscal socava la imagen de la Marina como institución incorruptible y eficaz con que López Obrador extendió la militarización a las oficinas fronterizas.
Por esa hendidura asoman las debilidades de instituciones a las que sucesivos gobiernos recurrieron como último recurso en seguridad hasta el actual. Si bien tienen reputación de resistir mejor que otras a poderes corruptores, tampoco son impenetrables al enriquecimiento y sobornos del crimen, a pesar de su disciplina y verticalidad; o quizá hasta más susceptibles por su organización. Porque no es un tema sólo de malos elementos, sino de haberlas situado en las fuentes de la corrupción con la falacia de que eran y serían honestas e impolutas a toda prueba, independiente de su aceptación popular.
La operación del gobierno es un hito de alcances aun indeterminados que, por lo pronto, deja la detención del militar de mayor rango desde el general Gutiérrez Rebollo con Zedillo, hace tres décadas, ya entonces por vínculos con el narco. La caída del vicealmirante Farías Laguna junto con 14 mandos navales en Aduanas deja ver la fluidez con que la corrupción puede escalar la verticalidad castrense; más todavía al conocerse que es familiar político del exsecretario de Marina, Rafael Ojeda Durán, al que el gobierno intenta exculpar diciendo que desde hace dos años alertó de la situación. ¿Por qué no pasó nada?, ¿negligencia o complicidad… sólo falta de pruebas?
La militarización llegó a las aduanas apenas en 2020 como última apuesta por rescatarlas de la penetración del crimen y complicidades con funcionarios y policías civiles tras sucesivos fracasos de limpiarlas al inicio de ese sexenio. En menos de un lustro, los anticuerpos de la Marina no han logrado dominar influencias dañinas de la fuente de riquezas del huachicol, que escaló después de que ellos llegaran; aunque el gobierno hace esfuerzos por deslindar a la institución con la vieja defensa de separar la fruta podrida y destacar su colaboración en la investigación. Algo de razón hay en ello, pero no quita el golpe a la reputación casi sin mácula con que ha querido vestir, también el poder político, la militarización de Aduanas; y a la confianza casi ciega de creer que serían más eficaz para detener la coladera del trasiego ilegal de combustibles, armas y droga en la frontera con EU, y que, por el contrario, no han hecho más que crecer y alimentar a grupos políticos y cárteles.
El contexto actual del combate al huachicol es distinto al de López Obrador, cuando se convirtió en un negocio más sofisticado y de mucho mayor calado, aunque aseguraba haberlo erradicado. La Presidenta, con su estrategia de seguridad, se ha apartado de la inacción contra los mayores detonadores de violencia, que aquél apenas tocó con acciones contra el robo y extracción ilegal de hidrocarburos, pero sin atender el giro del negocio al mercado negro que implicó la cancelación de permisos de importación de gasolina de su reforma energética.
La nueva situación se caracteriza por la presión de Trump para desmantelar cárteles como terroristas que amenazan su seguridad nacional. Y que, en este caso, implica empresas y hombres de negocios que fincan imperios en ganancias que abren la puerta del poder político, como ocurrió con las mafias rusas. Este negocio, como confirma la operación, tiene bajo su control una intrincada red de complicidades en niveles de gobierno, Ejército y Marina, agentes aduanales, distribuidores y empresarios gasolineros para poder operar megacargamentos con camiones y buques tanque con EU. La prioridad de Sheinbaum contra el huachicol refleja la dimensión del robo a las arcas públicas, mientras el erario sangra por la “maldita” deuda de Pemex. Tanto como el riesgo del fortalecimiento de mafias con acceso al mundo político. Su capacidad desestabilizadora es proporcional a un poder al que Sheinbaum sólo ha podido enfrentarse con el respaldo de Trump, aunque EU no ve su existencia más que fuera de su frontera.
La Presidenta no tiene otra ruta que combatir la corrupción, incluso dentro de las Fuerzas Armadas, a pesar del cisma que abre a su interior y la preocupación pública por la estela de sangre que ya dejan extrañas muertes de siete marinos alrededor del entramado del chapopote.
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