Número cero/ EXCELSIOR
Las críticas de EU al gobierno de López Obrador escalan por los crímenes de periodistas, pero, en una perspectiva más amplia, reflejan las crecientes tensiones con la administración de Biden. Esa relación, bautizada hace poco como de tres amigos, con el canadiense Trudeau, se tiñe de expresión de preocupación y reclamo que decoloran el pacto tácito de no agresión entre ellos y muestran señales de oposición en temas bilaterales. La comunicación fluida y declaraciones diplomáticas conciliadoras dan lugar a la vieja retórica antiinjerencista desde Palacio Nacional y en Washington a la inconformidad con los derechos humanos y la libertad de expresión en México. Los cambios en el discurso sugieren una “luna de miel” cada vez más amarga por las diferencias en política energética, seguridad, migración y, ahora, las amenazas a la prensa.
La virulencia de la respuesta de López Obrador por la Casa Gris elevó la carga venenosa de sus declaraciones contra la prensa y alcanzó a EU. Primero le reclamó financiar campañas en contra de su gobierno por la investigación de Mexicanos Contra la Corrupción. Y, después, rechazar, como una intromisión, los señalamientos de legisladores y altos funcionarios sobre la ola de violencia y condiciones de trabajo de los periodistas en el país, mientras él fustigaba a la prensa por divulgarla. El tono más alto del alegato llegó cuando el secretario de Estado, Antony Blinken, pidió mayor protección para la prensa y recibió una refutación presidencial airada, con la que ha acabado por amplificar el escándalo. La Casa Blanca avaló el señalamiento. Su exigencia a Biden de retirar el apoyo a MCC no es nueva, pero la ha mantenido como cuña de presión sobre la agenda bilateral. La sobrerreacción por la Casa Gris desencadenó la espiral de reclamos, pero la confrontación verbal también se explica como llamada de atención por compromisos que no avanzan desde el Diálogo de Alto Nivel en Seguridad, como la migración, inseguridad y narcotráfico. EU aumenta su coacción en temas que se han convertido en asuntos de política interna y pesan en la aprobación de Biden.
El acuerdo de detener la migración da pocos resultados, a pesar del trabajo sucio de México para contenerla. Cada vez mueren más migrantes y marca un nuevo máximo anual histórico desde 1998. Contabilizar cerca de 650 muertes en la frontera en 2021 es un problema político para la Casa Blanca, que se agudiza con el avance republicano y el regreso de Trump a la pelea por la presidencia. El asunto tiene repercusiones electorales, tanto, que éste dijo esta semana que la “genialidad” de Putin con Ucrania podría replicarse en la frontera con México. Aunque eso no obtuvo ni una mención de López Obrador.
El objetivo de sentar nuevas bases para la cooperación en seguridad ha mostrado pronto las dificultades de enfrentar el tráfico de migrantes, sin cooperación decidida de la FGR, como ha pedido la oficina de Anne Milgram, cabecilla de la DEA, de compartir información de financiamiento ilícito y lavado de dinero. La comunicación con el fiscal Gertz es muy limitada. La limpieza en aduanas de contrabando y narcotráfico tampoco tiene avances importantes, a pesar de que ya las opera el Ejército. La desaparición de la Iniciativa Mérida por un nuevo enfoque no asistencialista contra el narcotráfico no ha mejorado la cooperación, como mostró el embargo de aguacate por las amenazas del narco. La suspensión temporal de importaciones fue una llamada de atención para visibilizar el control de los cárteles de ese estado. Tampoco avanza el combate al contrabando de armas de EU, que se usan para matar periodistas en México, como contestó Ebrard a Blinken.
Y aunque parecía que tenían un acuerdo tácito para no cuestionar la política energética, la preocupación manifiesta de EU por la reforma refleja las presiones de legisladores y empresarios de su país por las energías limpias y los contratos de sus compañías. Si las diferencias no habían aflorado para no incomodar a López Obrador y propiciar el repliegue de 30,000 efectivos contra la migración, los reclamos indican que algo está cambiando en la política de Biden. Si alguien lo sabe es López Obrador y por eso tampoco se contiene en desenterrar el hacha contra la intervención y la injerencia que los “amigos” habían dejado de blandir en sus discursos.