Dice la información del 3 de enero:
“El presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió en Palacio Nacional con Ken Salazar, embajador de Estados Unidos, en víspera de la visita del presidente Joe Biden…”.
Casi dos horas de encierro sin información oficial de ninguna de las partes, ni del jefe del Estado mexicano ni del representante de la mayor potencia mundial, algo inusual en él.
Los analistas interpretaron:
Diálogo en víspera de la visita del mandatario estadounidense a México junto con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en la X Cumbre de Líderes de América del Norte.
Ese encuentro era el centro del interés periodístico, político y comercial para quienes dan seguimiento a los problemas, amagos de conflicto y desencuentros sobre el T-MEC.
La visita del titular de la Casa Blanca tendría formato oficial el 9 de enero y, un día después, sería el diálogo trilateral con muchos asuntos de fondo, desde mineros y ambientales hasta maíz mejorado.
Lo fue, sin acuerdos de la mayor trascendencia ni solución de los diferendos comerciales entre los tres países, cuyas controversias siguen y vienen más.
DATOS COMPARTIDOS
Nadie lo ligó con otro dato.
Dos días después fue detenido en Jesús María, comunidad de Culiacán, Ovidio Guzmán López, pedido por la justicia de Estados Unidos desde hace tiempo.
Fue el 5 de enero.
Es información pública.
Pero lo no dicho es lo siguiente:
Por primera vez, los informes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI, antes Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Cisen) fue tomado en cuenta y eso tiene feliz a su director, Audomaro Martínez Zapata.
Esa información fue compartida con la DEA, la poderosa Drug Enforcement Administration, y todos los datos coincidían.
Era cuestión de echar a operar el aparato del Estado: Ejército, Marina, Guardia Nacional y por supuesto el uso de helicópteros silenciosos como los usados por el Gobierno de Barack Obama para aniquilar a Osama Bin Laden.
Sus líneas de fuego, cuyas imágenes permanecen en redes sociales, sorprendieron a pobladores y perseguidos, quienes al final fueron sometidos.
Ahí están los datos.
Y ahí está el silencio de Joe Biden.
La duda: ¿qué hacer con Ovidio?
A estar alerta.
A OJOS DE LA GUARDIA
Vienen tiempos de definición.
Hoy en Palacio Nacional deberá explotar la bomba: ¿quién o quiénes atentan contra el Sistema de Transporte Colectivo (STC) y la seguridad de sus millones de pasajeros?
El blanco natural es personal interno, presuntamente sindicalizado e incondicional a su dirigente Fernando Espino, el eterno líder del gremio del Metro y contra quien nadie ha podido.
Hasta López Obrador sucumbió a su control cuando, como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal (GDF), vio paralizado el servicio y no pudo destituirlo por su fuero.
Lo de ayer se suma a la serie de actos -atípicos según la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, normales por la falta de mantenimiento de redes y trenes, al decir de Espino- en el sistema.
Lo inexplicable es cómo se dan ante la presencia de seis mil 60 elementos de la Guardia Nacional (GN) y con policías locales y agentes ministeriales en control de ductos, estaciones y hasta patios de mantenimiento.