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elcristalazo.com

Si en el siglo XVI, París bien valía una misa, es decir un cambio de casulla y un olvido de las convicciones, según nos enseñó ese gran ejemplo de pragmatismo político llamado, Enrique IV, en este siglo XXI, en plenitud del nacionalismo humanista mexicano, una fábrica de automóviles bien vale morderse la lengua y aplaudir el lunes lo rechazado el viernes anterior.

Con la severa entonación de cuando se defiende a la patria, el señor presidente nos dijo el viernes 24, al compás de los pliegues aéreos de la bandera nacional en el día de su celebración:

–¿La sugerencia para Tesla sería el sur del país?

–Y dónde se tenga el agua.

–¿Si decidiera instalarse en Nuevo León, lo permitirían?

–Si no hay agua, no.

–¿No habría posibilidad?

— No, no habría posibilidad. No, sencillamente no se entregan permisos para eso, o sea, no es factible…. Esto, miren. No podemos seguir con la misma política… “

Pero las palabras, sobre todo cuando son falsas, se las lleva el viento, como si meciera los pliegues del lábaro patrio.

A las pocas horas, y tras varias conversaciones con el inversionista y consultas con el equipo de la cancillería, el señor presidente admitió lo imposible poco tiempo atrás: la planta se va los eriales de Nuevo León. Seguramente le explicaron o la explicó el, mismísimo magnate Musk, cómo se puede, además de fabrica autos eléctricos, producir agua (imposible).

Casi como el hombre cuya danza atraía la lluvia, así como los tlaloques del mundo mexica rompían sus cántaros y derramaban la lluvia sobre los hombres en medio del júbilo y el croar de ranas mensajeras.

–“…platicamos ayer con el señor Elon Musk, el director de Tesla. Hay ya un entendimiento, sí van a dedicar la inversión a México y se va a establecer la planta en Monterrey con una serie de compromisos para enfrentar el problema de la escasez de agua. Ellos van a ayudar en este sentido… Quiero agradecer al señor Elon Musk de que fue muy respetuoso, atento y entendió de la importancia que tiene atender el problema de la escasez de agua.
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“Hay un primer compromiso, que es el del uso, en todo el proceso de fabricación de automóviles eléctricos, la utilización de agua reciclada y de tratamiento del agua, incluso hasta para la pintura de los automóviles”.

Obviamente el agua reciclada, como dijo Pero Grullo, también es agua y mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo. En amplias zonas de este semidesértico país, no hay (llamémosla así), agua inicial para potabilizarla y después tratarla. Eso es un cuento.

Y eso de cuidar el agua para la pintura de los automóviles suena a chiste excepto si Musk hubiera rechazado la acuarela para sus autos.

Pero algo se esconde entre el follaje declarativo: la fabricación de baterías sin las cuales esos vehículos no sirven para nada.

Como se sabe, estas naves, funcionan con acumuladores a base de litio. Y el litio, como el petróleo, es nuestro. Al menos eso dice la constitución desde 1917 para no ir más atrás, sin necesidad de tanta alharaca como se ha hecho ahora con la nacionalización de lo nacional.

El señor presidente, previsor y autosuficiente ya nos prometió una empresa soberana –Litiomex– para aprovechar este don de la naturaleza, a pesar del bajo contenido energético del mineral existente en México. Pero Musk tiene otros datos.
El consejero delegado de Tesla, Elon Musk

El consejero delegado de Tesla, Elon Musk EFE

“…Hablamos de que no podíamos nosotros, en el caso de baterías y de la fabricación de semiconductores, otorgar los subsidios que está destinando el gobierno de Estados Unidos, donde, si se invierte un peso, el gobierno tiene que dar un peso 50 centavos…”

Eso significa dejar las baterías enteramente en manos de Musk. Y con ellas, el litio famoso.