Seguir por el rumbo establecido desde el sexenio anterior, solo nos llevará a tener crecimientos menos que mediocres y esto en el corto plazo se volverá un problema mayor que será más difícil de remontar.
Si el gobierno mexicano quiere que el ingreso per cápita de la población aumente, deberá de dejar las políticas públicas hasta ahora aplicadas y realizar las que en verdad generen riqueza para evitar solamente seguir administrando el desastre, Herencia maldita del oriundo de Macuspana.
Decíamos ayer que para que nuestro país empieza a mostrar una mejoría, que se transmita con una mejor calidad de vida para todos, deberá empezar a mostrar crecimientos del 3 por ciento, por lo menos en 2026 y 2027, para cerrar la segunda parte del sexenio con crecimientos de 4.5 por ciento.
Esto por supuesto podría ser la base de una expansión para los próximos años y posiblemente, bajo políticas públicas ordenadas llegar a crecer hasta un 6 por ciento de manera anual.
Entonces por ahora no podemos sentirnos optimistas, porque continuar el camino trazado por López Obrador, bajo la administración de Claudia Sheinbaum, dejará crecimientos de apenas un punto porcentual que es insuficiente para las necesidades del país.
Pero es necesario reconocer que el sexenio anterior fue uno de los peores en materia de desempeño económico, si tomamos en cuenta el aumento de la producción económica nacional y dejamos de lado la entrega de recursos a través de los programas sociales, observaremos que el crecimiento per cápita se redujo en 1.05 por ciento, Es decir la cuarta transformación no coloco en situaciones similares a las que se obtenían en la década de los 80 del siglo pasado.
Así quedó demostrado en los más recientes resultados del INEGI respecto al crecimiento de la actividad económica, donde el sector agrícola sufre la mayor caída, seguida del sector industrial, ambos conforman una base importante en el desarrollo del país.
Esto solo demuestra que si nuestra economía no está recesión, algo que no quiere reconocer el gobierno actual, se encuentra en un estancamiento, que pronto se volverá recesión.
Pero también las recientes previsiones de crecimiento señaladas por el FMI de que nuestro país alcanzará a penas este año un crecimiento de un punto porcentual debería ser otro factor para determinar el cambio de la ruta establecida por el gobierno anterior y seguida por el actual.
Esta perspectiva es similar al presentada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que establece un crecimiento de nuestra economía para este año de tan solo 0.8 por ciento.
Ambos organismos manifiestan a nuestro país el poner mayor atención a una consolidación fiscal, esto es tener un mayor padrón de contribuyentes, que permitan obtener recursos para hacer frente a las necesidades de una mayor inversión pública, que es contrario a incrementar el impuesto a un número reducido de contribuyentes cautivos.
Tener mayor apertura en cuanto a la inversión privada en sectores productivos que permita la construcción de infraestructura y la generación de energía que permitan el desarrollo del país.
Mejorar el clima de inversión. Sobre todo, con la garantía de un Estado de Derecho y mayor seguridad pública.
Pero también, ambas organizaciones hacen hincapié en mantener una política antinflacionaria certera y que no se mueva bajo presiones políticas o de lo contrario no existirá una estabilidad en este renglón. Que significara mayor presión en el precio de los productos que impactan de manera más importante a los sectores más pobres del país.
De cumplir con estos requisitos, entonces aunado a políticas públicas para crear riqueza, sin repartir pobreza, México podrá aspirar a tener un incremento del ingreso per cápita que será resultados de crecimientos económicos sostenibles.
Lo lamentable es que desde las conferencias mañaneras se sigue insistiendo en la narrativa de los otros datos y no se quiere ver la realidad.
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