Se han escrito ríos de tinta sobre el tema del desarrollo de la democracia en nuestro país, pero con el riesgo de ser impreciso y con la advertencia de las restricciones de espacio de una publicación periodística que no está diseñada para entrarle al tema a profundidad, sino más bien para generar inquietud e interés sobre el tema, haré una breve semblanza de lo que en México significa este desarrollo, sobre todo, ante la presencia de un nuevo régimen que ha despertado tanta esperanza en mucha gente pero que también ha generado mucho temor en los ciudadanos pensantes del país.
En principio, la naturaleza y antecedentes históricos del pueblo mexicano no nos dan mucho para tener desarrollada una cultura democrática. De los dos pueblos de donde provenimos la inmensa mayoría de los mexicanos, tanto los originarios del Continente Americano como el español de la Península Ibérica, no se han caracterizado por haber desarrollado una cultura democrática, los usos y costumbres de los pueblos originarios para elegir a sus gobernantes, antes del período virreinal, no son ejemplo de un desarrollo de democracia, aunque la institución del Ayuntamiento proveniente de España tiene visos democráticos a nivel local, España tuvo un gobierno monárquico concentrado en el poder de los reyes, aunque asesorados por gente sabia en los Consejos de Indias que expidieron una multiplicidad de leyes justas para nuestro territorio, aunque en el nivel de cumplimiento, hubo muchos abusos cometidos principalmente por los llamados peninsulares que estuvieron en México gobernando.
Al advenimiento de nuestra independencia, las luchas fratricidas entre conservadores y liberales no hicieron que propiamente floreciera nuestra democracia. Habiéndose impuesto los liberales en esa lucha, después de la Guerra de Reforma y la intervención francesa, reconstituyeron una constitución democrática federal en México, pero importada y copiada de los Estados Unidos, que a los primeros que no dejó satisfechos fue a los indígenas que pugnaban por mantener la estructura que las Leyes de Indias les habían concedido para el manejo autónomo de sus comunidades, cosa que las leyes liberales no les concedieron, destruyendo la hegemonía de la iglesia con sus bienes, pero generando el latifundio.
Luego vino el largo período de la dictadura porfirista en donde el componente democrático en México fue inexistente, aunque la dictadura porfirista se hizo de las mejores mentes para ayudar a la administración a imponer orden y estructura económica para el crecimiento del país.
Al iniciar el Siglo XX se viene la Revolución Mexicana que devastó al país en luchas de poder entre los levantados en contra del establishment porfirista, hasta acabarse mutuamente sus liderazgos a través de múltiples homicidios.
Después del asesinato del presidente reelecto Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles establece un interesante sistema de control político, brillante pero perverso desde el punto de vista democrático, que pacificó al país que devino en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó a México durante el resto del Siglo XX, consistente en un esquema de rotación y repartición del poder, en los tres niveles de gobierno, en la llamada “Familia Revolucionaria”, que eran todas los grupos armados que lucharon en todo el país, primero, para derrocar al porfirismo y después para hacerse del poder.
Este esquema, nunca tuvo reglas escritas y funcionó al margen de la ley, pero con una disciplina muy bien estructurada basada en que al funcionar violando la ley, cualquier disidencia o indisciplina era castigada con la aplicación de la ley o vilmente con la violencia.
En 1939 nace el Partido Acción Nacional (PAN) que se fundó con la visión de conformar ciudadanos para empujar por una auténtica democracia que impulsara el quebrar al sistema priísta, no con mucho éxito, hasta que en el último tercio del Siglo XX los empresarios, principalmente pequeños emprendedores del Norte del país, se involucraron en el PAN, con una visión pragmática de obtener el poder a través del voto, primeramente denunciando los fraudes electorales propalados por el PRI, cuyo sistema se fue desgastando debido al advenimiento de la globalización y de la apertura en los medios de comunicación, hasta caer con el triunfo del PAN con Fox en el año 2000.
Entrado el Siglo XXI Fox, con cierta displicencia del PAN, falsamente creyó que manteniendo básicamente en pie la estructura de control político priísta del Siglo XX, pero con una conducción ética del poder, podrían más rápidamente hacer que el país prosperara, pero poco a poco fueron perdiendo la confianza ciudadana auspiciada por ciertos niveles de corrupción y un comportamiento frívolo de Fox y su pareja, que fueron magnificados por el PRI que retomó fuerza con apoyo de sus gobiernos estatales, que aprovecharon las grandes cantidades de dinero recibidas sin control alguno por la política de Fox de darle autonomía a los Estados.