Número cero/ EXCELSIOR
El PRI se asoma al abismo en uno de sus últimos feudos del Edomex, como evidencia rotunda de sus divisiones, pésimos liderazgos e inexorable desgaste. Pero los barruntos de derrota tienen también graves implicaciones sobre la confianza del bloque opositor en su estrategia de ganar en los estados para mejorar sus oportunidades hacia 2024. Sus expectativas se enfrían en los bastiones priistas y ponen en la picota a Va por México.
Los sondeos no definen elecciones, pero miden la temperatura de la contienda en una batalla que es crucial para la sobrevivencia del PRI. En casi un siglo de poder ininterrumpido nunca tuvo un reto tan cuesta arriba como remontar más de 10 puntos del promedio de encuestas, al cierre de la precampaña, con ventaja de Delfina Gómez sobre la priista Alejandra del Moral. Hay elecciones que se recuerdan no sólo por la alternancia en el poder, sino como el cierre de una época que marcó la forma de hacer política a través del enriquecimiento para ganar a billetazos.
Por eso la elección se debate en narrativas entre el fin de una época y el advenimiento de un nuevo ciclo. Para Morena, es el símbolo del asalto al mítico Grupo Atlacomulco, como la cabeza de la hidra venenosa de la corrupción del PRI, que fue clave para reagruparse cuando perdió la presidencia en el 2000 y regenerarse con el triunfo de Peña Nieto. En 2017 estuvo cerca de lograrlo, cuando Delfina quedó a menos de 3 puntos de Alfredo del Mazo, y desde entonces se convirtió en una de las políticas más satanizadas por la oposición. Conseguirlo ahora supondría alzarse con una victoria que equivale al 14% del padrón electoral nacional y consolidar una ola de triunfos en los estados que, en sólo un sexenio, deje bajo su mandato a 3 de cada 4 mexicanos.
El PRI y PAN son los que más tienen que jugarse. El primero, el riesgo de que la pérdida de peso electoral reduzca su capacidad de negociación de candidaturas dentro del bloque opositor en 2024 y su adelgazamiento lo conduzca a un estado casi de inanición. En cuanto al segundo, un fuerte revés a la estrategia de alianzas opositoras que desde 2010 ha seguido en los estados, primero con el PRD, para evitar el regreso del “autoritarismo del PRI”, y después contra Morena, para impedir la vuelta del partido hegemónico y la continuidad de la 4T.
En efecto, las estrategias electorales en los estados, desde hace una década, se definen en función de los objetivos en las elecciones federales, con el riesgo para los partidos de desvincularse de los problemas locales. Por ello, otro costo para el PAN sería ver reducida su presencia en los baluartes de los municipios conurbados del Edomex, desde donde saltó a la presidencia en el 2000, a pesar de que en 2021 recuperó ese “corredor azul” que le había arrebatado Morena tres años antes. El electorado en el Edomex es volátil y cada vez menos susceptible de mover sólo con maquinarias partidistas.
Pero ese enfoque tampoco le da mayores resultados. La oposición centra su mensaje en la confrontación con López Obrador como el “factótum” de la elección y la intervención federal con sus programas sociales, pero eso no parece decisivo para movilizar las preferencias electorales. Mientras trata de descalificar a Delfina como una política corrupta y cínica que no podrá descabezar a la hidra mexiquense si financió su campaña en 2017 con el diezmo de los trabajadores de Texcoco, y que tampoco podrá resolver los problemas que a ellos les sobrevivirán porque poco o nada hizo en la SEP. Es decir, que no hay relevo para la corrupción ni futuro para el Estado con o sin los que lo han gobernado casi un siglo. Pero esas ideas no parecen hacer mella en el electorado.
La elección en el Edomex tiene sabor a fin de época por poner en duda las estrategias opositoras, la viabilidad del frente y la sobrevivencia del PRI. Más difícil es saber si traerán un nuevo ciclo para los problemas que los priistas no pudieron resolver en un siglo, como corrupción, pobreza o violencia contra las mujeres. Por lo pronto, Morena ahí centra su discurso, mientras confía en que las descalificaciones hacia Delfina se resbalen como en el teflón de la popularidad presidencial.