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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La advertencia de Biden sobre la formación de una oligarquía de ultrarricos que concentra el poder en EU, más que despedida de su gobierno parece el epitafio de una época en el mundo con la asunción de Trump. Ése es el cambio que debe escuchar y descifrar Sheinbaum para bailar un minuet como el de La bella y la bestia ante su furiosa, escandalosa y angustiosa llegada a la Casa Blanca.

Escribirlo es fácil, vivirlo difícil, y más llevar el movimiento moderado que se intercala entre los tiempos del declive de una potencia o el surgimiento de un nuevo (des)orden, que se teme en el planeta con el mandato fuerte, agresivo y expansionista del primer convicto en la presidencia de EU.

Pocas cosas tan intrincadas para un gobernante que leer los “signos de los tiempos” en los grandes hechos, actitudes y relaciones que despuntan de un cambio de época; la capacidad de interpretar los nuevos lenguajes en que se mezclan experiencias con esperanzas, aspiraciones y el dramatismo de lo desconocido. ¿Sheinbaum tendrá la estatura de estadista para manejar el poder de un complejo industrial tecnológico que socava la democracia?

La Presidenta también tiene un mandato fuerte de las urnas y en sus primeras decisiones consolida un liderazgo con alto nivel de aprobación pública, que valida la formación profesional de una científica y de su trayectoria política en la alta administración pública; su capacidad no está a discusión, vaya. Pero sus reacciones a las amenazas de medidas radicales y ataques verbales de Trump reflejan dudas sobre la estrategia para contener la fuerza del empresario.

Sheinbaum se ufana de tener un plan para acotar la incertidumbre del temido momento en que ordenará como “dictador por un día” tras jurar el cargo, pero no se ve claro. En sus respuestas, a veces evita sus dardos y engancharse con él; en otras cede a mensajes nacionalistas para que nadie crea que cambiará el nombre al “golfo de México”, sin importar las asimetrías entre los países. Y siempre regresa a su oferta/propuesta de diálogo y cooperación, sin sumisión, para ofrecer coordinación con “respeto a las soberanías”, como reiteró a Marco Rubio tras su declaración sobre la crisis de violencia y los cárteles que socavan las instituciones mexicanas.

Pero el asunto no es sólo ganar la narrativa. El problema de aprender a bailar con Trump no es de ritmo, sino de contener el lenguaje de la fuerza con que impone acuerdos comerciales, amaga con hecatombes antiinmigrantes, ultimátums bélicos contra el narco o la expansión del “América Primero” de políticas proteccionistas y racistas. Trump representa un cambio de paradigma dominante en el mundo y el ascenso de la voz de la fuerza en que languidecen las instituciones de la posguerra para regular los conflictos en el mundo, donde, la cooperación internacional y el multilateralismo están bajo interrogante por el declive de EU frente a China.

El Plan México de Sheinbaum parte de reconocer la reconfiguración geopolítica mundial y reafirma la tomentosa alianza con EU para persuadirlo de sus “bonitos” aranceles porque inhabilitaría el buen negocio del T-MEC para ambos países. Como destacó Rogelio Ramírez de la O, el fondo de la cuestión es que en los últimos años se desplomó la participación del bloque de Norteamérica en el producto interno global y el comercio internacional. Si México tiene claro el problema, la propuesta de regresar a la sustitución de importaciones ahora dentro del bloque de Norteamérica parece limitada y riesgosa como solución al expansionismo de Trump. Su gobierno se acompaña no sólo de un descontrolado complejo industrial militar, sino de otro tecnológico que es dueño de la IA, acceso al espacio y hasta control de los medios globales.

El tiempo de Trump no es el de “las mujeres”, como reclama Sheinbaum, sino el de la “energía masculina”, como celebra el archimillonario Zuckerberg tras reducir la moderación de contenidos y poner fin a su política de inclusión en Meta. Otro signo de revuelta de los tiempos que ella tendrá que descifrar para bailar Trump sin que el país se lleve un pisotón.