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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

El liderazgo desafiante de López Obrador hace una demostración de poder, en el momento en que se siente más poderoso del sexenio, al abrir la puerta a la carrera política de su dinastía. El Presidente se va, como prometió el 1 de octubre, pero se comporta como si quisiera permanecer con la tentativa de que su hijo se proyecte el siguiente sexenio hacia 2030. De todos los mandatarios que han intentado marcar periodos políticos con una misma familia, ninguno lo ha conseguido en México.

La idea de encumbrar a su hijo Andrés López Beltrán en la dirección de Morena es retadora por traspasar límites del compromiso mil veces expresado de no aferrarse al poder, dado que compromete y reduce espacio de maniobra al próximo gobierno, con decisiones de alcance transexenal. Si su protagonismo en una acelerada reestructuración constitucional atenazada por el conflicto se percibe imprudente, la idea de pavimentar la carrera de su hijo sería una temeridad cuando su sucesora ni siquiera ha tomado posesión de la Presidencia; tampoco podría exculparse como precipitación o atrevimiento, sino aceptar que simplemente es un acto de poder como el líder indiscutido de su movimiento, aunque eso no quita la mayor probabilidad de equivocarse. ¿Qué quiere el Presidente?

A menos de un mes de entregar la banda presidencial, la noticia sacude las estructuras políticas de la coalición que lo llevó al poder en 2018 y con la que ahora capitalizó en 2014 la más amplia victoria electoral de la era democrática como un triunfo personal. En posición no sólo regionalista sino reverencial, consejeros nacionales de Morena en Tabasco destaparon a Andy para ocupar la secretaría general del partido, en fórmula única con Luisa María Alcalde, que alzó la mano desde julio pasado para encabezar Morena.

El discurso de Alcalde para destacar su legado fuera del protocolo en la entrega del Informe ahora parece, además de devoción al líder, un saludo a la llegada de Andy a Morena, aunque dirigir el partido con un vástago del caudillo político de la 4T no puede ser cómodo para ella. La secretaría general es clave para la movilización política y la articulación con los comités estatales en la ruta del calendario político electoral trascendental para la suerte del siguiente gobierno, con la revocación de mandato o la elección intermedia. Pero también por la vinculación con los secretarios de finanzas de los gobiernos estatales de Morena a los que llegan cercanos al Presidente y al propio Andy. Él ha sido un operador informal, pero eficaz del Presidente, y, por consiguiente, atacado por la oposición política y mediática por corrupción.

La aprobación popular que despide del gobierno es potente, pero sería un error, como el de otros antes, creer que podrían llevarse en la maleta la Presidencia al caer el telón de su mandato. Ningún Presidente ha logrado el sueño del poder transexenal, menos por línea familiar. Aunque coincidieran en pensar que seis años son pocos para despuntar los cimientos de sus proyectos, como creían los gobiernos neoliberales; o los de Morena, con la conciencia de que la consolidación del suyo es de largo plazo.

Pero la provocación desata demonios arraigados de las claves de la estabilidad y transmisión sexenal del poder; aunque haya ventilado muchos tabúes políticos, con la incitación indica confiar en que en su caso sea diferente. Contrario a su estilo de pronunciarse sobre todo tema político, incluso destapar candidaturas como la de Xóchitl, con la de su hijo prefirió evadirse con un “ya, ya… mañana”, a pregunta de la prensa. Tampoco Andy se pronuncia, pero la propuesta avanza rápido en Morena, que analiza el cambio en la dirigencia en su Consejo Nacional.

El destape agita temores que permearon su mandato, de que al final no se iría a La Chingada, como nombra el rancho familiar donde planea retirarse, y compromete el arranque del gobierno de Sheinbaum, de por si sacudido por su protagonismo y el empuje de reformas de impacto transexenal como la de la Justicia o la militarización de la Guardia Nacional. Una extrema visibilidad que eclipsa a su sucesora y a la que lega reformas que encuadran su sexenio.

“Me voy tranquilo porque ya hay relevo generacional”, dijo el Presidente cuando Sheinbaum ganó la candidatura de Morena desde 2023 con el diseño con que resolvió su sucesión de puño y letra, pero entonces nadie hubiera pensado que quizá se refería a otros además de ella.