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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Unos días antes de la sustitución de Olga Sánchez Cordero por Adán Augusto López Hernández en Gobernación, el Presidente compartió en redes una extraña imagen que ironizaba con que sólo Álvaro Cárdenas, su peluquero de años, le “toma el pelo”. La comunicación críptica dio lugar a olas de memes, poemas irónicos y juicios de narcisista, pero en una lectura sencilla, que a veces es la buena, podría haber querido decir que nadie lo engaña y tiene amigos de muchos años como él o el exgobernador de Tabasco y hoy nuevo titular de Bucareli.

El mensaje se divulgó sin destinatario, pero ocurrió al tiempo que el líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, aceptaba la dificultad de discutir la ley de Revocación de Mandato por falta de acuerdos con la oposición. Si como dice el aforismo “en política, lo que parece, es”, el freno a una legislación que es máxima prioridad para López Obrador lo convenció de desplazar a uno de sus operadores más eficaces en el Congreso y fortalecer la presencia en su gobierno del grupo Tabasco con otro “amigo entrañable”. El cabildeo de la legislación ya había marginado al abogado de Palacio, Julio Scherer, como el interlocutor con el Congreso y uno de los hombres más cercanos de su círculo íntimo.

Los desplazamientos podrían ser sólo movimientos laterales en su equipo, como el paso largamente anunciado de Sánchez Cordero al Senado, si no fuera porque muestran el estado de ánimo de López Obrador frente al reto de consolidar sus grandes reformas en un contexto de pugnas internas por una sucesión y crecientes divisiones al interior de la 4T. Pero los cambios pueden tener hondas repercusiones en la conducción del gobierno en la segunda mitad del camino no sólo por la lógica política detrás de los equilibrios internos, sino por el peso de la desconfianza en sus decisiones y con viejos aliados desde la oposición, como Monreal o la CNTE que han sido puntales de su coalición de poder.

El Presidente es uno de los que más cambios ha hecho en su gabinete desde Lázaro Cárdenas. Más de una decena de remociones de altos cargos por dejar de ser funcionales al gobierno o por acusar deslealtad política como se señala de la salida de Irma Eréndira Sandoval en la Función Pública. Desde la renuncia de Jaime Cárdenas al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, la exigencia de lealtad “a ciegas” a su proyecto de la 4T se hizo explícita, pero ahora el reclamo es mayor cuando enfrenta un escenario más difícil por el mayor peso de la oposición en el Congreso y su poder comienza a debilitarse. En los tiempos de una sucesión adelantada, la condición de fidelidad muda a una falta de seguridad en su círculo cercano, como apunta la acotación a Scherer y la distancia con Monreal, al que dejó fuera del encarte sucesorio y a quien su partido acusa de traición en la CDMX por las derrotas de la favorita del Presidente para sucederlo, Claudia Sheinbaum.

Monreal piensa que su pecado fue ser “eficiente” en el Congreso, pero quizá el problema fue moverse y confesar sus ambiciones. La orientación del Presidente con su equipo es cada vez más reservarse el trato íntimo o la familiaridad con los mandos militares que ve a diario en el gabinete de Seguridad y el núcleo de paisanos en puestos clave de su gabinete, como el secretario de Bienestar, Javier May; de Pemex, Octavio Romero; el director del Centro Nacional de Inteligencia, Audomaro Martínez; del Insabi, Juan Antonio Ferrer, o la administradora de Auditoria Fiscal del SAT, Rosalinda López Hernández.

Ahora se suma otro tabasqueño y su designación hará coincidir por primera vez desde el sexenio de Echeverria a dos paisanos en la presidencia y Gobernación. El dato subraya la señal de reagrupamiento en el mundo del afecto y las lealtades que valora sobre cualquier otro atributo. El nuevo ariete en Gobernación viene a fortalecer la negociación política con gobernadores y será el nuevo interlocutor conciliador con el Congreso, a pesar de encabezar una dependencia disminuida en funciones. Su encomienda es reforzar a Monreal y Sánchez Cordero en la negociación de las reformas pendientes de la 4T, pero, a diferencia de su antecesora, lo hará desde el dialogo en el círculo íntimo del Presidente.