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Salimos de los huracanes y entramos casi de manera automática al tiempo de los frentes fríos cuyo gélido soplo nos avisa, con breves soplidos en la nuca o ráfagas del norte, el tiempo de sombreros, gorras, gorros y cachuchas; bufandas y ropa gorda, porque se acercan los días invernales tan felices para virus y bacterias, sobre todo del aparato respiratorio, pero otras cosas además de las ocurrencias del clima también nos hielan el aire de los pulmones, como esa incomprensible decisión de la señora presidenta de incorporar a su gobierno al selvático represor Cuitláhuac García, quien finaliza su gestión en el malsinado estado de Veracruz, con el estigma –entre otras barbaridades y abusos–, de aquella ley para encarcelar a cualquiera cuya conducta se pudiera interpretar como injurias a la autoridad, siendo él mismo la alteza serenísima sin clavo ni manga, más con las arcas estatales dispuestas a su capricho y las celdas abiertas para quien osara contradecir su augusta voluntad, satrapía cuya existencia quiso ser frenada –sin conseguirlo–, hasta con la formación en el Senado de una Comisión efímera para investigarlo cuando metió a Del Río Virgen al botellón de Pacho Viejo, cuyo encarcelamiento fue condenado por Dante Delgado y Ricardo Monreal, así haya servido sólo como ejemplo y registro de los abusos permanentes, hoy la lógica avanza en sentido contrario y las palabras de la presidenta lo purifican, dignifican y casi elevan a los altares, porque si alguien lo ignora debemos decirle cómo ha elogiado la titular del Ejecutivo a este etimológico señor Cuitláhuac como si fuera de Ignacio de la Llave y ya de paso trataré de despejar la duda de quienes han preguntado por la alusión a la etimología de su bonito nombre, lo cual haré con palabras sencillas: quiere decir, montón de excremento (abono dicen algunos), porque de acuerdo con la Revista de Arqueología Mexicana, “en cuanto al significado de “Cuitlahua”, el nombre puede interpretarse como “dueño de excremento”; porque la orgánica materia “era objeto de comercio en la época prehispánica, pues se le utilizaba para curtir pieles”, así haya quienes con tenaz disimulo busquen otras interpretaciones lingüísticas, como esa del “excremento divino” o “dueño de oro (o plata)”, cosa falsa, “porque entonces el nombre debería ser “Teocuitlahua”; y tampoco convence la interpretación de “dueño de tecuítlatl” o cuculin, que era una alga lacustre comestible,
en cuyo caso el nombre debería ser “Tecuitlahua”; así pues, aun cuando se ha querido desvirtuar la condición excrementicia con esa exageración de la mierda divina, no hay forma de evadir la sustancia, por lo cual y ante esa precisión, se entiende fácilmente la asociación automática con la materia usada en los tiempos indígenas para curtir las pieles y comerciar con ella, con el temperamento de este señor a quien algunos en las filas de la Cuarta Transformación miran como una eminencia, pues él mismo ha definido sus talentos llamándose colaborador fervoroso en la construcción del primer piso (4T), y dispuesto, por gracia Ejecutiva, a seguir medrando en el presupuesto sin caer, como dijo aquel otro veracruzano Garizurieta, en el lamentable error de vivir fuera de la nómina, pero aun así hay quienes no tenemos cabeza suficiente para comprender (menos justificar) los motivos por los cuales el nuevo gobierno hace todo lo posible por cohabitar suavemente y sin visible provecho, con los peores personajes del pasado, si bien en algunos casos se pueda atribuir a la fidelidad inquebrantable al movimiento, pero alguna vez la gestión debería llevar el sello del presente y no la dócil prolongación del pasado, con la misma gente, así esos personajes impidan el prestigio de una administración cuyo rostro será muy difícil conocer si todo se va en reciclar la materia prima del nahuatlismo ya referido, pero ¿quiénes somos para cuestionar estrategias y modos de actuar si ya 35 millones de mexicanos decidieron el camino?, el mefítico camino en este caso.