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Ricardo Monreal opera sobre dos premisas.

La primera de ellas es mantenerse hasta el final del sexenio como coordinador de la bancada del partido gubernamental en el Senado.

Esa posición le garantiza la presidencia de la Junta de Coordinación Política, clave para guiar y ser factor de negociaciones dentro y fuera del oficialismo.

Aquí cabe una acotación:

En varias ocasiones desde Palacio se ha pensado en sustituirlo, pero no han encontrado alguien con sus tamaños para controlar ese cuerpo legislativo.

Martí Batres fue una llamarada con todo y su baladronada de llevar lonchera para enseñorear la demagogia cuatrera de ahorrar.

Gabriel García, regresado en castigo por no traducir en votos los programas sociales y perder la mayoría calificada en la Cámara en 2021, no logró consenso.

Olga Sánchez Cordero, exsecretaria de Gobernación vista en algún momento como alternativa, entendió la forma de operar de Monreal y se convirtió en aliada suya.

Hasta se pensó en Citlalli Hernández, llamada de Morena, pero no reúne ni consenso ni poder, como tampoco lo hace César Cravioto.

Otro contrapeso en agosto pasado era José Narro Céspedes, quien proponía rediseñar el poder dentro del Senado y disminuir la influencia de Monreal, pero lo venció el poblano Alejandro Armenta en la lucha por la presidencia.

VOCIFERA, QUE ALGO QUEDA

De aquí nace el segundo objetivo.

Desde la posición senatorial, Ricardo Monreal aspira a construir una precandidatura posible contra la línea gubernamental y vencer el vacío de Palacio Nacional.

Esto escuece a todos.

Layda Sansores ha sido vociferante desde sus viejos tiempos de priista, cuando a la sazón senadora fue relegada tras su escandalosa participación en la XVII Asamblea Nacional del PRI.

Como no se manda sola, ya de gobernadora le hicieron llegar grabaciones de todo tipo, primero para doblegar a Alejandro Moreno, Alito, y para ser punta de ataque y descalificación del zacatecano.

Monreal les estorba.

Sorteará este vendaval aunque no encuentre justicia en la justicia, denuncia en el vacío de un país carente de estado de Derecho.

Pero las condiciones lo obligan a hacer una reflexión sobre su militancia y, va una confirmación: aquí caben sus diálogos con el canciller Marcelo Ebrard para determinar el destino común.

Quien se quede en Morena, conocerá peor humillación.

VISIÓN LIGERA SOBRE EL IPN

Las crisis se ven por encimita.

Así, como se dijo ayer en Palacio, se pretende resolver una crisis profunda y creciente en el IPN.

El Presidente lo ve como un asunto de violaciones, graves per se.

“…tanto en la UNAM como en el Politécnico ha habido abusos sexuales en contra de algunas alumnas, incluso han sido denunciados…”.

Luego pidió a la omisa secretaria Leticia Ramírez acudir en apoyo y atender el tema con el director Arturo Reyes Sandoval.

Pero hay un problema: él no está conectado con la comunidad politécnica y su falta de autoridad puede derivar en un conflicto para el subsecretario Luciano Concheiro y la misma secretaria.

Esa crisis no la vivió ni Enrique Fernández Fassnacht, quien llegó el sexenio pasado de emergente y, en medio de protestas, concilió y el Poli volvió a ser orgullo.