Alberto Carbot /Director de la Revista de México /Gentesur
Houston, aquí Base de la Tranquilidad. El Águila ha aterrizado. Eran las 20:56 horas, tiempo del centro, del 20 de julio de 1969.
Las palabras del astronauta Neil Armstrong, pronunciadas a más de 400 mil kilómetros de distancia de la Tierra, hicieron saltar de sus asientos a todo el grupo de técnicos, ingenieros y funcionarios del Centro Espacial de Houston, quienes al par de millones de personas sobre la tierra, esperaban ansiosos la confirmación de que el sueño se había cumplido.
Cuatro minutos antes de las 9 de la noche, los televisores del mundo entero transmitían las primeras imágenes en directo desde la Luna, el satélite natural de nuestro planeta.
La bota espacial izquierda del astronauta estadunidense, se deslizó suavemente por la escalerilla de 9 peldaños del módulo lunar para posarse en la superficie selenita.
“Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gigantesco salto para la humanidad”, exclamó Armstrong absorto y maravillado.
Tras él —en el Mar de la Tranquilidad, el sitio del histórico alunizaje—, descendería Buzz Aldrin, su compañero en esto inolvidable epopeya espacial, quien sería el segundo hombre en pisar suelo lunar.
Sobre ellos, girando allí kilómetros de la superficie del satélite terrestre y a bordo del Columbia –la nave madre del Apolo 11 que les posibilitaría el retorno a la tierra—, se hallaba su compañero Michael Collins quien completaba una tarea vital en órbita circunlunar.
“El suelo es muy fino, con partículas de arena. No parecen existir dificultades para
caminar por él. Puedo ver las huellas de mis zapatos sobre las finas partículas arenosas”, exclamó el comandante de la misión, quien junto con Aldrin llevaría a cabo toda una serie de experimentos, instalaría el equipo especial de exploración y recogería varios kilos de rocas brillantes y de color púrpura que formarían parte de su más preciado tesoro a su regreso a la Tierra.
“Ambos hombres se movían lentamente, arrastrando los pies, como si fueran figuras de un ballet acuático. Luego, Armstrong colocó la bandera estadunidense en la superficie lunar y pareció tener alguna dificultad para hincar el mástil”, reseñó el cronista Al Rossiter Jr.
El presidente Richard Nixon, a través de la vía telefónica —la primera llamada interespacial en la historia—, les dijo emocionado:
—Por lo que ustedes han hecho, el cielo ya es parte del mundo del hombre.
Armstrong agradeció el comentario del presidente y dijo en su oportunidad que era un privilegio para ellos el estar en la Luna “en representación no sólo de Estados Unidos, sino de los hombres de paz de todas las naciones; hombres con interés y curiosidad; hombres con una visión del futuro. Es un honor para nosotros poder participar en esto aquí, hoy”.
La tripulación del Apolo 11 amarizó impecablemente el día 24 en las aguas del Océano Pacífico. De inmediato fue trasladada al portaviones Hornet en el cual comenzaron un período de cuarentena preventiva, por el temor a una probable contaminación por microorganismos.
El programa lunar, el reto del hombre por volar, surcar el espacio y visitar otros mundos perdura en el tiempo. No sólo fue un pensamiento onírico de poetas o soñadores a quienes familiarmente se les consideraba lunáticos por la suprema atracción que nuestro satélite natural ejercía sobre su comportamiento.
El famoso escritor de ciencia ficción, Julio Verne se adelantó en 1865 al viaje que el Apolo 11 realizaría un siglo después. Su obra De la Tierra a la Luna es una crónica premonitoria del viaje que encabezaría Neil Armstrong en 1969.
También el escritor futurista inglés H.G. Wells en 1891 escribió el libro Los primeros hombres en la Luna, No obstante, sería hasta el 12 de septiembre de 1958 cuando no un hombre, sino una máquina, la nave rusa Luna 2 alcanzaría su superficie, luego de 36 horas de vuelo. Un año después, el Luna 3 tomaría las primeras fotografías de su cara oculta, esfuerzo al que se sumaría la nave estadunidense Ranger 7, el 28 de julio de 1964, la cual transmitió poco más de 4 mil imágenes televisivas de su superficie.
En 1966, la URSS con el Luna 9 y los Estados Unidos, mediante el Surveyor I consiguieron la hazaña de hacer descender un objeto espacial de manera suave, sin que éste se destruyera. El Surveyor I envió a la Tierra más de 11 mil fotografías.
Con el apoyo invaluable de la administración del presidente John F. Kennedy y los vastos conocimientos del genio aeronáutico de origen alemán, Wernher von Braun –cuyo mayor logro fue desarrollar la tecnología vanguardista que se utilizaría en los gigantescos cohetes Saturno, que posibilitarían el arribo del hombre a la Luna—, el sueño se hizo realidad.
Al Apolo 11 le sucedieron otras 6 misiones. El Apolo 12, enviado al espacio cuatro meses más larde, también alunizó. Entonces los astronautas Charles Conrad y Alan Bean se posaron al norte de la cadena montañosa Kiphaeus, a unos 180 metros del lugar donde lo había hecho 2 años antes la sonda Surveyor I, una de las primeras que analizaron el suelo de la Euna y transmitieron imágenes de televisión desde allí.
La siguiente misión espacial el Apolo 13, fue un fracaso y casi le cuesta la vida a la tripulación, a causa del estallido de uno de los tanques de oxígeno en el módulo de mando.
Para resolver esta emergencia, los astronautas fueron asesorados por especialistas desde el Centro Espacial en Houston, a fin de improvisar, con los recursos a su alcance, una máquina recicladora de oxígeno. El alunizaje se canceló y el mundo entero estuvo pendiente de la suerte de estos 3 hombres que amarizaron el 17 de abril de 1970 cerca de la Isla Pago Pago en el Pacífico, donde fueron recogidos por el portahelicópteros Iwo Jima.
Los amantes de lo sobrenatural, siguen cautivados hasta hoy por el hecho circunstancial de que el peligroso vuelo del Apolo 13 se inició a las 13:13 horas y el accidente ocurrió el 13 de abril.
Nueve meses más tarde correspondió a los astronautas Alan Shepard y Edgar D. Mitchell, del Apolo 14, alunizar y recoger más de 45 kilos de muestras, entre las que se hallaron rocas más antiguas que las recolectadas por las otras misiones.
El vuelo del Apolo 15 cautivó la atención mundial, ya que se utilizó, por vez primera un vehículo eléctrico que les permitió recorrer más de 28 kilómetros.
Encabezada por David R. Scott, la misión se recuerda también por haber implantado un récord de caminata espacial de 16 minutos en su viaje de regreso, a 315 mil 400 kilómetros de la Tierra.
El programa lunar de Estados Unidos llegó a su fin en diciembre de 1972 con la nave espacial Apolo 17.
La era del transbordador
Ocho años después, la NASA iniciaría el programa denominado Sistema de Transporte Espacial, más conocido como El Transbordador Espacial.
En ese novedoso programa —que se mantuvo vigente hasta julio del año pasado—, tomaron parte los vehículos espaciales Columbio, Challenger —que explotó con su tripulación a bordo, a pocos segundos de haber despegado—, Endeavour, Discovery y Atlantis, aunque funcionarios de la NASA propugnan por cristalizar el proyecto de construcción de la nave X—30, que supuestamente podría despegar como los aviones convencionales y se autopropulsada hasta la zona de órbita terrestre por medio de eficientes estatorreactores o el proyecto Orion —cuya cápsula sería propulsada por una especie de híbrido entre transbordadores y los cohetes de las misiones Apolo—, que desde 2009 se halla congelado por falta de fondos.
Sin embargo, los ingenieros espaciales han analizado la posibilidad real de establecer bases lunares cuya función sería la de estaciones de abastecimiento para los astronautas en ruta hacia otros planetas.
Marte, en la mira de los científicos
En 2004 Marte fue motivo de constantes expediciones no tripuladas, mediante el Pathfainder y las sondas gemelas Opportinity y Spirit, que transmitieron imágenes directas de su superficie, además de analizar la composición química del suelo y su atmósfera.
Hoy el avance tecnológico ha permitido a la NASA poner de nueva cuenta en Marte el nuevo vehículo robot, Curiosity, que tiene capacidades asombrosas para la exploración y en cuyo proyecto participó el mexicano Eduardo Guízar Sainz, quien contribuyó en el diseño de los motores de las llantas del rover cuya misión durará 2 años, aunque podrían ser muchos más.
El Curiosity llegó a Marte 8 meses después de ser lanzado de la tierra y conmemoró 15 años de presencia robótica de la NASA en ese planeta.
El pasado 6 de septiembre cumplió un mes transmisiones luego de recorrer 109 metros y enviar cientos de imágenes tomadas con la AHLI una de las 17 cámaras que tiene instaladas, la cual puede enfocar distancias de 2.1 centímetros, al infinito.
Está cargado con 10 instrumentos para evaluar si un área de estudio cuidadosamente seleccionada dentro del cráter Gale, alguna vez ha ofrecido condiciones ambientales favorables para la vida microbiana, es decir, determinar si hay o hubo vida en ese planeta.
Neil, Armstrong, el hombre que surcó el Infinito y conquistó la Luna
Cuando niño, Neil Armstrong solía contemplaren las noches estrelladas y claras de su pequeño pueblo de Wapakoneta en Ohio, cada una de las luces que brillaban en el cielo y quizá se preguntaba si alguna vez estaría en alguno de esos astros, viviendo alguna aventura como en El Principito, de Antoine de Saint Exupery.
Como este genial escritor francés, él también era un apasionado de la aviación, algo quizá muy alejado de su realidad inmediata, pues nació y creció en una granja de una zona rural de Ohio, Estados Unidos.
A pesar de su carácter impetuoso –que quizá se sumara a una desbordante imaginación—, Armstrong quizá nunca pensó, que alguna vez pisaría el suelo de la Luna. Tal vez inclusive sus padres o hermanos lo veían más bien persiguiendo ovejas u ordeñando vacas o quizá administrando la granja, pero siempre en un ambiente bucólico.
Sin embargo, gracias a su pasión y obstinada vehemencia por viajar más allá de su entorno, a los 6 años voló a bordo de un pequeño avión a hélice y obtuvo su licencia de piloto a los 16, antes mismo de aprobar su examen para conducir automóviles.
Tal vez muchos lo recuerdan como el primer hombre que llegó a la Luna, pero pocos saben que en 1966, 3 años antes de pisar suelo lunar, ya había viajado al espacio al frente de la misión Gemini 8, que estuvo a punto de terminar en tragedia, lo que hubiera hecho que fuera otro y no él quien ostentara el honor de ser el primer hombre en pisar el único satélite natural de la Tierra.
Empero, el astronauta consiguió armarse de serenidad y actuar con la destreza suficiente para aterrizar a salvo, después de que un cohete falló e hizo girar su nave en forma descontrolada. Tres años después, en julio de 1969, Armstrong debió recordar ese momento y la experiencia le sirvió para cumplir en forma impecable su misión.
Con sus compañeros Michacl Collins, y Buzz Aldrin hizo historia, al caminar con este último sobre la Luna después de un viaje de más de 400 mil kilómetros que duró 4 largos días.
Antes de descender del Águila, el módulo lunar que se desprendió del Apolo 11, las primeras palabras de Armstrong fueron:
“Aquí Base de la Tranquilidad, el Águila ha alunizado”. Seis horas y media más tarde, a las 22:56 hora del este de lisiados Unidos, del 20 de julio de 1969, Armstrong —de 38 años—, posó su pie sobre la superfìcie de la Luna y pronunció la liase destinada a quedar grabada en la memoria colectiva:
“Este es un pequeño paso para el hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad”.
Él permaneció en la superfìcie de la Luna exactamente 2 horas y 32 minutos, y su compañero Buzz Aldrin lo acompañó, pero estuvo 15 minutos menos que Armstrong.
Antes de retornar a la cabina del Águila cargado con una gran bolsa con rocas lunares, colocó algunas banderas de Estados Unidos, que siguen ahí, según ha constatado la NASA con base en fotografías.
A su regreso a la Tierra, los 3 astronautas recibieron trato de héroes.
A Armstrong le fue impuesta la Medalla Presidencial de la Libertad en 1969, el mayor galardón otorgado por el gobierno de Estados Unidos a un civil.
Sus vuelos en la adolescencia
Neil Armstrong nació en Wapakoneta, Ohio, el 5 de agosto de 1930. Su desmesurado interés en los vuelos lo llevó a realizar estudios de ingeniería aeronáutica en las universidades de Purdue y Southern California.
Como todo buen patriota, se enroló en la Marina y voló 78 misiones de combate en la guerra de Corea. En 1955, a su regreso a Estados Unidos, comenzó a trabajar en el Comité Nacional Asesor para la Aeronáutica, que se convertiría luego en la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), en la cual trabajaría lo mismo como ingeniero, piloto de pruebas, astronauta y administrador.
Se calcula que probó al menos 200 diferentes modelos de avión, incluidos jets, cohetes, helicópteros y planeadores.
Después de su gran logro en la Luna, parece que ningún puesto fue suficientemente grande para él.
Se desempeñaría luego como viceadministrador asociado de Administración y Aeronática, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Cincinnatti y gerente de la firma Tecnologías de Cómputo para Aviación, con sede en Charlottesville, Virginia.
Además recibió doctorados honoris causa de diversas universidades y fue miembro de la Sociedad de Pilotos de Prueba experimentales y de la Real Sociedad Aeronáutica, miembro honorario del Instituto de Aeronáutica y Astronáutica de Estados Unidos y de la Federación Internacional de Astronautas.
También copresidió la comisión presidencial que investigó el accidente del transbordador Challenger en 1986. y fue jefe del Comité Asesor Presidencial para los Cuerpos de Paz.
La lista de medallas y condecoraciones recibidas es interminable, y se le otorgó también la Medalla presidencial de la Libertad y la Medalla de Honor del Congreso, entre otras.
Al fallecer, el pasado 25 de agosto, por complicaciones cardiovasculares, a los 82 años, quizá pudo decir como el poeta: “vida nada te debo, vida estamos en paz”.
Enemigo de la fama
Una de las cosas que más destacan de su personalidad es su increíble modestia y su enemistad con la fama. Mientras la mayoría de los personajes públicos tratan de aparecer en los noticieros y de dar de qué hablar —aunque sea mal—, en los tabloides, Armstrong no quiso disfrutar ni siquiera de sus 15 minutos de fama.
La mayor parte del tiempo solía recluirse en la paz de su hogar y en la tranquilidad de su vida familiar y evitaba a toda costa a los paparazzi.
Solía reflexionar además con gran humildad sobre la proeza que cumplió.
“Viendo hacia atrás, realmente fuimos muy privilegiados de vivir esa pequeña huella que quedó para la historia, en la que cambiamos la forma en que el hombre se mira a sí mismo, en lo que podría convertirse y hacia dónde podría ir”, dijo alguna vez.
Pero lo taciturno no le quitaba lo apasionado. En una ocasión aceptó aparecer en un mensaje publicitario para la televisión del coloso automotriz Chrysler, que enfrentaba serios apuros económicos, en el afán de ayudar a este referente de la industria estadounidense.
Fuera de ello, a toda costa trataba de evitar dar autógrafos, para evitar que sacaran provecho de ellos. En 2005, se enteró que su peluquero había vendido por 3 mil dólares parte de su cabello a un coleccionista, lo cual le irritó profundamente.
No era un hombre que soliera reunirse con sus viejos amigos para regodearse en el pasado. Sin embargo, en una de las escasas ocasiones en que pudo reencontrarse con sus ex compañeros de tripulación del Apolo, Buzz Aldrin y Michael Collins, en 2009, en el Museo Smithsoniano del Aire y el Espacio en Washington, no quiso pronosticar si sería probable que se organizara una nueva misión a la Luna.
Cuando Armstrong falleció el 25 de agosto de 2012, en Cincinnati, Ohio, el comunicado de su familia, lo dijo todo, respecto al carácter de este verdadero pionero del espacio:
“Para aquellos que se pregunten qué pueden hacer para honrar a Neil. Tenemos una sencilla petición: Honren su ejemplo de actitud de servicio, logro y modestia. Y la próxima vez que caminen por la calle durante una noche clara y vean que la Luna les sonríe, piensen en Neil Armstrong y háganle un guiño”.
En su honor, un cráter de la Luna, ubicado a apenas 50 kilómetros de donde aterrizó el módulo Águila, lleva su nombre.
Cuestionado sobre su experiencia al pisar la Luna. Armstrong dijo una vez a la cadena CBS:
—Es un lugar muy interesante para estar, lo recomiendo.
Esa era la filosofía del hombre que dio un paso gigantesco a nombre de la humanidad.