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Andrés Manuel López Obrador delineó perfectamente su ruta crítica para destruir al aviejo régimen.

Pidió que se hicieran públicas las pruebas para que “todo mundo” tenga acceso al modo en que los antiguos gobernantes se repartían las riquezas del país, sostuvo que más importante que buscar las sanciones, es más importante la difusión de las corruptelas, para evitar su repetición en el futuro.

Puede ser que crear tal cosa, pero en el camino pretende desacreditar a los partidos del viejo régimen y que ello le sirva para derrotar electoralmente.

Si Morena obtiene la mayoría en la próxima Cámara de Diputados, se enfilaría a la elección presidencial con enormes ventajas pues se antoja difícil que el PAN sobreviviese con fuerza, en caso de ser derrotado en 2021.

Del PRI ni hablar. Luego del caso Lozoya es probable que quede reducido a ser un partido marginal.

Cualquiera, que sean las motivaciones de López Obrador, lo cierto es que la denuncia de Emilio Lozoya, los señalamientos y el video circulante, mostrarán al país los salvajes niveles de corrupción imperante en el pasado reciente y que involucraban a la mayor parte de la clase política, de todos los partidos, incluido Morena.

A propósito de ello, circula en redes el video en el que el coordinador de los diputados federales de Morena, Mario Delgado, por entonces senador por el PRD, enaltecía al Pacto por México.

Convertido en “moreno”, hoy pretende la presidencia nacional de ese partido, merced a una irracional resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial, que le ordena a Morena designe a su dirigente ¡Mediante una encuesta!

¡Ah, es que hace meses el presidente sostuvo que ese era el mejor método para que Morena tuviera presidente! ¿Coincidencias? ¿Tales cosas ocurren en el régimen “transformado”?

Más coincidencias. El hasta ahora único video circulante señala a principalísimos actores del PAN, incluido su excandidato presidencial, Ricardo Anaya, y sólo de este partido, que en este momento es el opositor más importante.

Cuando más disfrutaba el morenaje de tal espectáculo, que les aparece el propio.

El mismo Pío López Obrador, hermano cercanísimo del presidente, protagoniza el episodio en el que aparece en el JUEGO DE LA CÁMARA OCULTA, apremiando y recibiendo la entrega de más de 400 mil pesos, parte de un total de dos millones, aparentemente pactados entre Pío y el grupo por el que habla en su nombre David León, otro hombre de las confianzas mayores del presidente, al que se encarará de la distribución de medicamentos.

Claramente hay diferencia, pero sustancialmente no tanto.

En uno se entrega dinero –público o privado, y si era de esta índole provenía de la concentración de un hecho sobre el aprovechamiento de dinero público, que era el del otorgamiento de contratos por obras y servicios del gobierno de México-; y en el otro, dos particulares trasiegan dinero en efectivo.

Pero, uno era hombre de todas las confianzas del presidente nacional de Morena –el otro aún no lo era, a juzgar por sus expresiones- pero que actuaba como operador político del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien se convertiría en aliado leal del presidente López Obrador.

Ambos, y ahora el mandatario aceptaron que el dinero era para apoyar al “movimiento político”, pero el monto rebasaba lo autorizado por la ley como aportaciones personales –seis mil pesos-, con lo que podría configurarse la comisión de un delito electoral y podría tipificarse como “lavado de dinero” pues excedía el monto que en ese entonces se permitía para las transacciones en efectivo -256 mil pesos- sin reportar a la autoridad.

David León –el donador- era operador político de Velasco y el tono de la conversación parecería derivarse del cumplimiento de una cantidad pactada, que debería pagarse en partidas mensuales a lo largo de un año y medio.

Algunos podrían considerar que se trató de un acto menor, hasta aceptable por la bondad de la causa, el hecho es que golpea exactamente en la línea de flotación del presidente, la de la ética política resistente a cualquier corruptela.