COMPARTIR

Loading

La conducta del ser humano está fincada en su libertad intrínseca, de ahí el hombre y la mujer se comportan de maneras multifacéticas, comprendiéndose actos dirigidos al bien, desarrollando enormes virtudes que traen felicidad, bienestar y desarrollo de todo tipo o acciones maléficas que crean las más grandes atrocidades.

Es por ello, que la humanidad ha creado instituciones que regulan la conducta de los integrantes de la sociedad. Así nace el Estado, con sus elementos esenciales: pueblo, territorio, gobierno, cohesionado por reglas conformadas por el Estado de Derecho. De allí se derivan múltiples formas de gobierno, unas en donde el pueblo elige a sus gobernantes, otras de tipo monárquico, en donde el gobierno deriva de un linaje familiar, y las autoritarias, en donde pequeños grupos de poder que muchas veces derivan de movimientos revolucionarios gobiernan sin ser elegidos por el pueblo, sino por reglas escritas y no escritas por las cuales se suceden los mandatarios dentro de su propio grupo.

Un elemento esencial para que el Estado sea eficaz es que el mismo imponga orden en su población a fin de direccionar las conductas de sus integrantes haciéndolos respetar la ley. Para ello, es necesario muchas veces ejercer lo que se le llama “la violencia legítima del Estado”.

El ejercicio de actos de coerción por parte del Estado debe hacerse con prudencia, responsabilidad y sujeto a las condiciones que imponen las mismas reglas del Estado de Derecho establecidas en las leyes, que son generadas por las instituciones del Estado.

Si tenemos un Estado que no impone en su población el orden establecido por las leyes, permitiendo que sus conductas violen el Estado de Derecho, entonces nos encontramos con un Estado ineficaz para establecer conductas adecuadas al desarrollo del bien común.

El bien común son las condiciones necesarias que el pueblo necesita para su adecuado desarrollo: seguridad y justicia; vivienda, servicios públicos, salud y educación; cultura, esparcimiento, estética y desarrollo humano, que permitan a todos cumplir con sus anhelos en la vida.

En México nuestro presidente nos ha prometido principalmente acabar con la corrupción y establecer seguridad y justicia, pero parece ser que lo quiere hacer sin que el Estado ejerza violencia legítima en contra de personas que violan la ley como acto consuetudinario y que se impnen con violencia ilegítima a la población estableciendo sus propias reglas, a través del terror, extorsionando, secuestrando, violando, robando y matando.

La “República Amorosa” que AMLO quiere establecer es loable desde el punto de vista romántico y de valores cristianos que nadie objeta, pero es necesario para ello combatir al mal con violencia, no únicamente con buenas intenciones y repartiendo dinero sin ton ni son a la población. Sí, respetando los derechos humanos y el Estado de Derecho.

Al ver cada día aparecer en las noticias e información en las redes sociales, las vejaciones a que son sujetos elementos de nuestras fuerzas armadas, la guardia nacional y las policías por parte de malandros del crimen organizado y hasta por jóvenes de poblados en donde estas fuerzas “del orden” pretenden hacer su labor, y las mismas no responden para que les permitan hacer su labor o para imponer orden, porque sus mandos se los tiene prohibido, vemos que hace que se le pierda todo respeto hacia la autoridad en su imagen de por sí deteriorada.

Si a las autoridades se les prohíbe ejercer la violencia legítima para imponer el orden que establecen las leyes, no tendremos el desarrollo y bien común que deseamos, porque nadie querrá invertir en un lugar en donde no existan las condiciones de convivencia mínima requeridas para generar desarrollo y bienestar. Esta es una falla grave que nuestro presidente tiene y es necesario corregirla de inmediato, de lo contrario, estará faltando al mandato que el pueblo le otorgó.