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No puede haber un sano sistema democrático sin partidos políticos. Por más que los partidos en México estén siendo demonizados, no se puede excluir en una democracia la unión formal de ciudadanos para profesar e impulsar una ideología, espíritu y visión sobre la forma en que se deba logar el fin de la política: el Bien Común.

Estamos ahora en México en el momento de un gran quiebre histórico, lo que se despliegue en política en estos próximos días tendrá un gran efecto por el resto del siglo.

Sin embargo, yo veo cada vez más un claro alejamiento de la democracia hacia el interior de los partidos políticos, y esto solo puede descarrilar en México el proyecto democrático iniciado en el último tercio del Siglo XX.

Todo mundo espera la auto imposición de Ricardo Anaya, como candidato del Frente Ciudadano por México, y esto puede desquebrajar al Frente mismo, por la falta de legitimidad que generaría una candidatura impuesta. Yo estimo que Ricardo Anaya, tiene la fuerza, inteligencia y calidad política para correrse el riesgo de entrar en un proceso de selección democrática dentro del Frente, si lo hace, entraría con una gran fuerza.

También estimo que es necesario que las múltiples posiciones de elección popular que el Frente tiene en oferta sigan el mismo camino, porque una solución democrática al nivel de la candidatura a la Presidencia de la República se puede desquebrajar o peligrosamente debilitar si no hay soluciones democráticas en lo local.

Es clara la tendencia de que las cúpulas del poder, dígase partidistas o de los gobernadores o alcaldes quieran imponer a sus favoritos, pero nada se pierde nada en verdaderamente abrir el proceso democrático interno en los partidos políticos aplicando las diversas modalidades existentes para la selección de sus candidaturas; desde procesos abiertos a la ciudadanía, procesos entre militantes o encuestas. Pero dejar los procesos de selección de las candidaturas al dedo divino de las cúpulas del poder, puede generar un proceso divisorio fatal para el Frente, sobre todo para los que nos oponemos a la opción de López Obrador.

Llevar a cabo procesos no-democráticos en la sección de candidatos del Frente, únicamente fortalece la dispersión del voto y ayuda a las opciones antidemocráticas del PRI y de AMLO, ya que se perdería la identidad al tener en México puras opciones antidemocráticas. Caeríamos en el “qué más da votar por quien sea si todos son antidemocráticos”.

Si el Frente se desdibuja de esa manera le estaría haciendo un gran despropósito a México y a la democracia en nuestro país que tanto nos ha costado, no podemos aspirar a tener una cabal democracia en México si no dejamos a los ciudadanos libres que tienen inquietudes para servir al bien común, a que entren al juego democrático y competitivo para que las militancias de los partidos escojan al mejor.

Si dejamos a las minorías cupulares que sean los grandes electores dentro de los partidos políticos, en lo local, estaremos alentando la dispersión de los ciudadanos a optar por candidaturas supuestamente independientes, que caen presa o de la propia manipulación de los propios partidos o de gentes sin escrúpulos que utilizan el poder público para hacer negocio, y atienden al Bien Común como un costo colateral y un mal necesario.

No puede haber en un país un desarrollo político sano sin un sistema democrático, con todos los inconvenientes de la democracia. Caer en una dictadura es un grave riesgo. Espero que los panistas y la izquierda responsable y seria de este país comprendan esto cabalmente, y hagan a un lado las coyunturas y oportunidades políticas y pragmáticas, para entrarle de lleno a la democracia. Esa apuesta, con todas sus imprecisiones y riesgos, bien vale la pena para el debido desarrollo político del país.

Después de estas elecciones, el paso siguiente es abrir a los partidos al libre juego democrático a través de mecanismos como el de las elecciones primarias. No podemos concebir un sano desarrollo político democrático con partidos antidemocráticos que caigan presas de los intereses particulares que generan “mafias de poder”, caldo de cultivo ideal para los autócratas que pretenden destruirlas para crear otras más cerradas y autocráticas. El caso de Venezuela y el de Cuba son claros. No caigamos en eso.