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El buque escuela Cuauhtémoc de la Armada de México se encuentra atracado en el East River con los mástiles rotos, al día siguiente de impactar contra el Puente de Brooklyn en Nueva York, EE. UU., el 18 de mayo de 2025. Crédito: Justin Lane/ EFE
Hoy conocemos una desgracia enorme.

Los alumnos del buque escuela de la Armada, el velero bergantín “Cuauhtémoc”, obra de los astilleros españoles (en México no hacemos barcos de esos, solo trajineras en Xochimilco), sufrieron la muerte de dos de sus compañeros y las heridas de muchos más, porque el alto mástil se despedazó contra un puente por debajo del cual no cabe.

Como tráiler en el Viaducto.

El “Cuauhtémoc” había soportado y sorteado todo en sus 40 y tantos años de vida: tormentas, marejadas, buenos y malos vientos. Había recorrido el mundo y en este año le esperaban puertos en los siete mares antes de volver a Veracruz.

Resistente y altivo en esta ocasión, también resistió los mensajes de propaganda del gobierno, con una entusiasta locutora de ocasión, quien desde la cubierta transmitió para las redes sociales mensajes de respaldo para la elección judicial de las próximas semanas. Después se estrelló contra el puente.

El gran “Caballero de los mares”, como se daba en llamar a este hermoso buque de tres mástiles y 23 velas repartidas (10 cuadras en los palos mayor y trinquete; velas cangreja y “escandalosa” en el de mesana, con 13 velas de cuchillo entre los palos), con sus 2 mil 368 metros cuadrados de velamen, fue derivado sin correcto control hasta impulsarlo –empavesado y con los tripulantes en saludo formado en las altas velas con sus marineras de rayas y sus pantalones blancos, desde las altas velas– contra el bajo del puente de Brooklyn cuya altura libre es seis metros menores a la altura del palo mayor.

Pocos lo saben, pero el “Cuauhtémoc” tiene debajo del bauprés una imagen de la virgen de Guadalupe. Es un extraño caso de sincretismo náutico. También tiene otra guadalupana, esta en el fondo de la parte interna de la quilla. Fueron regalos no solicitados de los constructores bilbaínos.

Bueno, pues ni la señora del Tepeyac –ahora visitada por el ex espía de la CIA, Ron Johnson y embajador de EU acreditado desde hoy–, pudo evitar el accidente.

Tampoco impidió las consabidas quejas del gobierno, cuyo recurso siempre es el mismo: no utilicen la tragedia para golpear a la presidencia, ni a la presidenta (con A), ni a la Secretaría de Marina (tan ocupada en el aeropuerto y el narco combate). Son buitres picoteando la desgracia.

Eso mismo se dijo en el mayo fatal del metrazo en Tláhuac. No capitalicen las muertes, no lleven agua a su molino, etc., lo primero es investigar, verbo ahora tan de moda en la retórica gubernamental; necesitamos toda la información, el peritaje (¿noruego?) y el deslinde de las responsabilidades.

Por lo pronto la solidaridad, el pésame, las condolencias y el favor a los familiares de los muertos y heridos. Total, el machismo declarativo: frases de “machote”.

Una fuente cercana a la Marina ha dicho: el botón de ignición de la reversa de los motores estaba atascado. Por eso no se pudo hacer nada. Otros hablan de fallas mecánicas.

El mantenimiento, la revisión y la confirmación del correcto funcionamiento de todos los sistemas del barco, es responsabilidad del capitán, antes de zarpar. Quizá eso sí les hayan enseñado a los cadetes navales.

Lástima. Dos de ellos nunca volverán a ver el mar.

Cuando hace un año el mercante “Dalí” se fue contra el puente de Baltimore, la explicación fue similar.

“El “Dali” reportó problemas de propulsión y eléctricos antes de perder el control y estrellarse contra un pilar del puente y provocar su colapso”.

Aquel era un buque mercante. Este es un barco escuela en el cual se han formado muchas generaciones de marinos mexicanos en los últimos 40 años y resulta vergonzoso achacarlo a una evidente falta de mantenimiento o responsabilidad, lo niegue quien lo niegue.

Quizá también se debió a la fractura de los pernos del puente de Brooklyn.