Enfundada en sobrio traje sastre color azul y blusa alba de pliegues al pecho y oscilante cola de rocinante, para que rime, emocionada la Princesa Caramelo se arroja a los brazos del Monarca.
Sonriente, desborda felicidad y se deja besuquear por el Jefe Pluma Blanca convertido en Rey León que comía ansias por alzarle el brazo y presentarla en público como su heredera, dueña del poder…
Bueno, casi dueña.
Y es que, usted estará de acuerdo, aunque la fanaticada se sentirá ofendida y dirá que por este espacio escurre misoginia, pero la mera verdad es que el jefe es el jefe, es el símil del Rey León que, ante el respetable, alza a la Princesa Caramelo cual cachorra, leona que, en breve, será ungida emperatriz con toda la parafernalia de rigor.
Sí, sí la jefa, presidenta de México. Pero.
No, no, él sigue siendo el jefe, aunque sea gerundio.
Su Alteza Serenísima, el Santo Niño Fidencio del Zócalo, dueño de la charca en la que rebautiza y despoja de los demonios tricolores y albiazules a estos arrepentidos de haber extraviado el camino durante prácticamente toda su vida política mientras se enriquecieron y hartaron de poder ¿neoliberal?
Sí, son los eruvieles y los del mazo y Ramírez o del moral o, ¡vaya!, a quienes exorciza y convierte al morenismo porque de los arrepentidos será el reino del pago por evento, las embajadas o consulados.
¿Bandidos y desleales? ¡Bah!
¡Ajajá!, pero vacunados con eso que se llama cinismo e impunidad, ¡caray!, quién diablos habrá de recordarles su pasado en el PRI, en el PAN, en el PRD. Ya son otros y otras; ya lo pasado, pasado, no me interesa diría el filósofo de la colonia Clavería de la capital chilanga.
Y esa pléyade acompaña a la princesa caramelo que ha llegado a la puerta sur de Palacio Nacional en automóvil de marca etcétera y acompañada de ese singular halo de poder que exudan los triunfadores.
Exultante abraza al Duce y se deja abrazar y admite los besos chupetones que no le corren el maquillaje. El Monarca le alza el brazo. La foto dirá todo.
Y vamos a comer, Claudia, o como le diga el licenciado presidente. Y comerán sopa de jitomate y pescado. ¿Sin chipilín?
Así, en ese comedor privado, confesaría ella que el licenciado López Obrador le habló de la importancia de mantenerse cercana al pueblo en la continuidad del movimiento del cambio que encabezará a partir del próximo lunes 1 de octubre.
O lo que es lo mismo, el licenciado Andrés Manuel le tiró línea para que, en su administración, la Princesa Caramelo dé continuidad al movimiento de la 4T. El segundo piso, pues.
Claudia, Claudia… incolora y sinsabor conferencia ofrecida en el Salón Tesorería de Palacio, luego de compartir el pan y la sal con el licenciado Andrés Manuel, el jefe de jefes que determinó contar con su compañía en dizque giras de trabajo por el país.
Y sí, ella aceptó acompañarlo. El Rey León la presentará ante los ciudadanos como su hechura, su favorita bordada a mano, disciplinada que no tuvo ni tiene empacho en repetir lo que él diga.
Por tanto, ¡Recórcholisa su Santa Voluntad!, aceptó acompañarlo.
Y, además, dueña de sus decisiones convino en que la prioridad al inicio de su gobierno será que, en el Congreso de la Unión, la aplanadora oficialista apruebe las iniciativas de reforma constitucional para cambiar hasta el modo de andar al Poder Judicial.
¡Vaya voluntad férrea y alto poder de decisión personal de la doctora! Cambiazo de postura. ¿Y la depreciación del peso? ¡Bah!, primero está la justicia que los mercados cambiarios y bursátiles, de acuerdo con el desdén presidencial-
¿En serio? Porque al licenciado López Obrador le preguntaron si, en la comida, pediría a la doctora Clau “que intente agilizar todas estas reformas constitucionales antes de que usted salga, vamos, lo traspase el poder en el mes de septiembre”.
“No, no, no porque yo respeto mucho a Claudia y le tengo mucha confianza (…)” respondió Andrés Manuel I.
De su gabinetazo la doctora Clau dice que la semana próxima informará quiénes serán los suertudos y suertudas que cobrarán salario de pobreza franciscana.
Y para no dejar duda de quién es quién, declamó:
“Siempre lo he dicho: es un honor estar con Andrés Manuel López Obrador y somos parte de este gran proyecto de transformación de nuestro país y pues es la primera reunión de muchas otras que seguramente tendremos”.
Saboreaba la sopa de jitomate y el pescado que se había recetado minutos antes, en esta media tarde de lunes 10 de junio que no se olvida en la mesa presidencial.
Vaya, vaya con la Princesa Caramelo que, en la conferencia de prensa, esquivas preguntas de los y las reporteas e incluso de mercenarios que se hicieron del micrófono para tenderle preguntas a modo.
¿Habrá mañaneras en su gobierno?, pregunta a la doctora Shein y ella responde con la misma muletilla de “ya veremos”, “lo vamos a estudiar” y etcétera, etcétera.
Pero el jefe es el jefe.
¿A qué horas viene la doctora Claudia Sheinbaum?, preguntan al Duce y responde:
“Vamos a recibir hoy a la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum. Me da mucho gusto. Vamos a platicar y a comer. Vamos a tratar el tema de la transición, de la entrega-recepción, ponernos de acuerdo”.
Pero, en serio, usted creyó que el licenciado presidente no influye ni ha influido en la voluntad de la doctora Sheinbaum.
Lea usted:
“Entonces, qué voy yo a pedirle: continúa con la transformación, pues si ella es parte protagonista, actora de este proceso de transformación, como millones de mexicanos de siempre.
“Y que les quede claro a nuestros adversarios: además de ser una mujer inteligente, honesta, con mucha capacidad de gobierno, ella tiene mucho criterio y mucha autoridad, sobre todo, autoridad moral y autoridad política”.
Pues sí, quizá tiene mucho criterio y autoridad, pero…
Al licenciado López Obrador le encabrona que digan que Claudia es una copia de él.
Y sostiene que, caray, “es una falta de respeto, pero lamentable, aunque también es importante que todo esto se exprese, se manifieste”.
“¡Cómo se va a parecer a mí! ¡Cómo voy a estar yo detrás! ¿No? Que es eso lo otro, si yo tengo principios, tengo ideales igual que ella, igual que Claudia.
“Y yo debo entregar la banda y adiós, yo me jubilo. Y nunca he actuado de manera inconsecuente, nunca, siempre lo que digo lo sostengo, cumplo mis compromisos. Además, ya termino mi ciclo”.
¿Entrega la banda y se va, jubilado, a La Chingada? La Princesa Caramelo debe rogar porque así sea. Pero ¿usted le cree a López Obrador? ¡Yo tampoco! ¿A poco no, Drakko?
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