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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

El shock en los mercados financieros y de hidrocarburos internacionales ha achicado dramáticamente, en días, el margen de acción del gobierno de la 4T. La conmoción en las bolsas y la reacción descontrolada del precio del petróleo ponen sobre la palestra la fragilidad de sus proyectos económicos y abren un fuerte debate a su interior sobre lo que estarían dispuestos a sacrificar ante una crisis que tiende a agravarse con la pandemia del coronavirus. La realidad obliga al Presidente a salirse de su guion, pero sin muestras de estar preparado para reescribir el rumbo de la política económica.

Una de las cuestiones que mayor trabajo parece costar a López Obrador es situarse ante cambios abruptos del contexto, como hoy ocurre. Desde que llegó, hace poco más de un año, pareció contar con un manual detallado de respuestas para convencer de sus programas y defender una narrativa del cambio anclado en el resultado de las urnas, pero que ahora las nuevas circunstancias colocan fuera del script. Nadie sabe si se trata de una situación coyuntural o hasta qué punto contamina la economía real, pero pocos dudan —quizá salvo el presidente— de que los tiempos exigen cambios ante la contingencia.

Algunos estudios sitúan el impacto del coronavirus en México entre 0.9 y 2.2% del PIB, como un estudio global de la escuela de política pública ANU Crawford, pero su carácter especulativo lo que subraya es más bien el grado de incertidumbre. La peculiaridad del momento de la crisis que golpea la economía global es la falta de respuestas unívocas a problemas desconocidos como, por ejemplo, la magnitud, duración y consecuencias del COVID-19 en la economía mundial. Más de 12 países, entre ellos EU, bajan las tasas de interés, otros 10 aplican estímulos fiscales a los sectores afectados y los bancos se preparan para inyectar recursos financieros ante la crisis, sin que ninguno acierte a detener la sangría en las bolsas o en el mercado petrolero.

México necesita un plan de contingencia para enfrentar las consecuencias sobre una debilitada economía. Sin embargo, desde el reconocimiento de la gravedad de la situación hasta las medidas que podrían adoptarse están ausentes de la retórica oficial. Las respuestas, hasta ahora, descansan en frases hechas para enviar un mensaje de calma, si bien comprensible para evitar el pánico, también insuficiente para dar confianza. Sin mayor cambio que ampliar el programa de coberturas cambiarias, el gobierno ha preferido soslayar la magnitud de la tormenta y apegarse al discurso de que el país está preparado para “resistir” el temporal porque la economía está blindada ante un choque externo. Salir del guion es imprescindible, pero, ¿sabe cómo hacerlo?

Los efectos de la turbulencia económica mundial no sólo ponen a prueba la destreza del gobierno para controlar la situación, sobre todo traducirla en medidas que pueden afectar sus principales proyectos energéticos o la cobertura de los programas sociales. Ni un planteamiento al respecto todavía, aun cuando el derrumbe del mercado de hidrocarburos complica aún más el rescate de Pemex, la construcción de la refinería de Dos Bocas o los recursos al sector salud para afrontar el COVID-19. Las autoridades hacendarias hablan de la necesidad de un plan de emergencia, que incluiría un recorte al gasto público en abril ante la caída de recaudación por el derrumbe del petróleo, pero aguardan, como todos, señales de Palacio Nacional.

El Presidente se resiste a aceptar que el choque externo obligará a un cambio de rumbo porque no podrá sostener la inversión de entre 400 mil y 500 mil millones de los programas sociales, aunque, incluso, hayan sido garantizados como derechos constitucionales por el Congreso. Ni la desaparición de secretarías como se ha discutido entre su equipo podría tapar un boquete en las finanzas públicas ante la caída de más de 30% de los precios del petróleo y el estancamiento económico por cuarto trimestre consecutivo.

En medio de las turbulencias ha vuelto a rechazar una reforma fiscal y el plan energético sigue en pausa, posiblemente confiado en campear el temporal con las coberturas petroleras y el fondo de estabilización, por unos 160 mil millones, para mantener el mismo script, aunque la obra haya cambiado.