NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
El símbolo político de la nueva Corte a punto de estrenarse es la llegada a la presidencia de un indígena por primera vez en la historia desde Benito Juárez. Representa la idea de apertura cultural, de derechos y acceso a la justicia contraria a la imagen de coto de intereses políticos y económicos o, al menos, eso es lo que Hugo Aguilar quiere demostrar con su impronta en el sistema judicial.
Un año después de que mujeres indígenas dieran el bastón de mando a la primera mujer en la Presidencia, la mayor sorpresa de la reforma judicial de López Obrador fue el triunfo del abogado mixteco en una elección cuestionada por baja participación y escandalosas operaciones de acordeones con nombres de candidatos que orientaban el resultado, aunque el suyo no estuvo en la línea del guion para encabezar el máximo tribunal. Casi nadie apostó que se impondría a las candidatas del oficialismo que se reeligieron, Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, aunque también se recibieron denuncias por figurar en ellos.
Por eso, su mandato como el candidato más votado fue una bocanada de aire fresco para rescatar la legitimidad del nuevo modelo que inaugura la 4T, con la promesa de devolver la confianza de los excluidos y combatir la corrupción en la justicia. Como él reivindica, sin elección no habría tenido oportunidad de llegar a la Corte, salvo que López Obrador lo hubiera llevado en su gobierno, y no lo hizo. Quizá porque le había encargado tareas sensibles como las consultas de las obras icónicas de su sexenio, el Tren Maya y el Corredor Transístmico que, paradójicamente la Corte frenó con diversos amparos que ahora él encabezará a partir del 1 de septiembre.
Su origen mixteco y trayectoria en defensa de derechos de pueblos indígenas puede significar una respuesta al ausentismo de la elección por la distancia que la mayoría de la gente percibe hacia la Justicia. El mensaje más potente de las urnas fue la demanda de cercanía con un Poder Judicial visto como oasis para unos cuantos; a los que, en efecto, sirvió como contrapeso hasta deslizar la idea de fungir como oposición a la 4T. Aguilar defiende que el principal llamado de las urnas es “reconciliar” a la justicia con el pueblo, aunque el voto popular tampoco asegura la independencia de juzgadores con ascendencia y deudas políticas o vínculos con poderes económicos y de facto.
Pero más allá de críticas a la reforma y descalificaciones —que él recibe como racistas—, el reconocimiento y veredicto de su entrada a la “casa de la justicia” los darán las víctimas que históricamente permanecen fuera del reducto de minorías que apenas sobrepasarán el 1% de la población donde se concentra el ingreso nacional, no obstante, uno de sus primeros retos será resolver el enorme rezago de asuntos, y además, con un aparto judicial más reducido con la reforma.
Por la nueva Corte hablarán sus fallos, tendrá la mirada atenta de las víctimas y afectados por la injusticia; de los que descreen o no pueden negociar con ella por falta de recursos o de redes políticas. ¿Eso cambiará, o sólo de manos?
El derrumbe de la Corte nadie puede aislarlo del duro choque político con López Obrador, que la acusó de usar sus facultades de control constitucional para dar un golpe blando contra su gobierno, y el profundo desgaste de encuadrarla como último bastión del conservadurismo y el modelo neoliberal de tres décadas desde el sexenio de Zedillo. La oposición frontal de la Corte y su presidenta Norma Piña acabó por politizar y romper la también necesaria colaboración entre Poderes, aunque arguyera actuar como contrapeso.
Una defensa poco creíble si la mayor critica al modelo de la Corte fue servir a élites políticas y económicas, a través de fallos muy controvertidos como el Fobaproa, la guardería ABC, etcétera, aunque también dejó importantes avances en el reconocimiento de derechos humanos y de las mujeres.
¿Terminará la corrupción, nepotismo y la defensa de los poderosos con la salida de esta Corte, como asegura Sheinbaum o el nuevo modelo abrirá mayor control del gobierno sobre el Poder Judicial? Por lo pronto, en septiembre se inicia un viaje hacia la dimensión desconocida de la justicia con la transformación más profunda en décadas.
El símbolo político de la nueva Corte
El símbolo político de la nueva Corte a punto de estrenarse es la llegada a la presidencia de un indígena por primera vez en la historia desde Benito Juárez. Representa la idea de apertura cultural, de derechos y acceso a la justicia contraria a la imagen de coto de intereses políticos y económicos o, al menos, eso es lo que Hugo Aguilar quiere demostrar con su impronta en el sistema judicial.
Un año después de que mujeres indígenas dieran el bastón de mando a la primera mujer en la Presidencia, la mayor sorpresa de la reforma judicial de López Obrador fue el triunfo del abogado mixteco en una elección cuestionada por baja participación y escandalosas operaciones de acordeones con nombres de candidatos que orientaban el resultado, aunque el suyo no estuvo en la línea del guion para encabezar el máximo tribunal. Casi nadie apostó que se impondría a las candidatas del oficialismo que se reeligieron, Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, aunque también se recibieron denuncias por figurar en ellos.
Por eso, su mandato como el candidato más votado fue una bocanada de aire fresco para rescatar la legitimidad del nuevo modelo que inaugura la 4T, con la promesa de devolver la confianza de los excluidos y combatir la corrupción en la justicia. Como él reivindica, sin elección no habría tenido oportunidad de llegar a la Corte, salvo que López Obrador lo hubiera llevado en su gobierno, y no lo hizo. Quizá porque le había encargado tareas sensibles como las consultas de las obras icónicas de su sexenio, el Tren Maya y el Corredor Transístmico que, paradójicamente la Corte frenó con diversos amparos que ahora él encabezará a partir del 1 de septiembre.
Su origen mixteco y trayectoria en defensa de derechos de pueblos indígenas puede significar una respuesta al ausentismo de la elección por la distancia que la mayoría de la gente percibe hacia la Justicia. El mensaje más potente de las urnas fue la demanda de cercanía con un Poder Judicial visto como oasis para unos cuantos; a los que, en efecto, sirvió como contrapeso hasta deslizar la idea de fungir como oposición a la 4T. Aguilar defiende que el principal llamado de las urnas es “reconciliar” a la justicia con el pueblo, aunque el voto popular tampoco asegura la independencia de juzgadores con ascendencia y deudas políticas o vínculos con poderes económicos y de facto.
Pero más allá de críticas a la reforma y descalificaciones —que él recibe como racistas—, el reconocimiento y veredicto de su entrada a la “casa de la justicia” los darán las víctimas que históricamente permanecen fuera del reducto de minorías que apenas sobrepasarán el 1% de la población donde se concentra el ingreso nacional, no obstante, uno de sus primeros retos será resolver el enorme rezago de asuntos, y además, con un aparto judicial más reducido con la reforma.
Por la nueva Corte hablarán sus fallos, tendrá la mirada atenta de las víctimas y afectados por la injusticia; de los que descreen o no pueden negociar con ella por falta de recursos o de redes políticas. ¿Eso cambiará, o sólo de manos?
El derrumbe de la Corte nadie puede aislarlo del duro choque político con López Obrador, que la acusó de usar sus facultades de control constitucional para dar un golpe blando contra su gobierno, y el profundo desgaste de encuadrarla como último bastión del conservadurismo y el modelo neoliberal de tres décadas desde el sexenio de Zedillo. La oposición frontal de la Corte y su presidenta Norma Piña acabó por politizar y romper la también necesaria colaboración entre Poderes, aunque arguyera actuar como contrapeso.
Una defensa poco creíble si la mayor critica al modelo de la Corte fue servir a élites políticas y económicas, a través de fallos muy controvertidos como el Fobaproa, la guardería ABC, etcétera, aunque también dejó importantes avances en el reconocimiento de derechos humanos y de las mujeres.
¿Terminará la corrupción, nepotismo y la defensa de los poderosos con la salida de esta Corte, como asegura Sheinbaum o el nuevo modelo abrirá mayor control del gobierno sobre el Poder Judicial? Por lo pronto, en septiembre se inicia un viaje hacia la dimensión desconocida de la justicia con la transformación más profunda en décadas.
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