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Hace muchos años, cuando Luis M. Farías era presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, se comenzó a discutir la constitucionalidad del Derecho a la Información. “Es como hallarle la cuadratura al círculo, decía el legislador. Años más tarde las cosas se lograron.
Una circunferencia con cuatro esquinas de 90 grados. Pero se hizo.
La Transparencia, como herramienta al servicio de ese derecho, tardaría mucho años más en ser considerada como un requisito indispensable para la democratización nacional.
Se creó hasta un instituto especializado en la transparencia, cuya función fue cegada por los gobiernos de la Cuarta Transformación, afectos a la opacidad y las verdades ocultas bajo el agua.
Todo bajo la superficie; abisal, penumbroso, secreto, discreto, oculto, invisible. Así les conviene a pesar del postulado 67 del catecismo morenista:
“La vida pública debe ser cada vez más pública”. Ajá.
Hoy la obsesión auto protectora del gobierno en su hábito de ocultamiento de las cosas públicas convierte un velero en un submarino. ¿Cómo? Dejando bajo el agua por cinco años (nada más) toda la información relacionada con el mantenimiento y el accidente ya conocido del buque escuela Cuauhtémoc. Todo bajo la quilla del bergantín.
El lunes se dio a conocer esta información: (R)
“La Secretaría de Marina reservó cinco años cualquier información relacionada con el mantenimiento o reparaciones realizadas al buque escuela Cuauhtémoc, que se impactó el pasado 17 de mayo con el Puente de Brooklyn, en Nueva York, durante una maniobra de zarpe desde el muelle 17 en Manhattan.
“Usuarios solicitaron a la institución, vía la ley de transparencia, las bitácoras de MANTENIMIENTO Y REPARACIÓN DEL BUQUE, una semana después del percance que dejó dos cadetes fallecidos (América Yamileth Sánchez, de 20 años, y Adal Jair Maldonado, de 23), y 19 heridos.
“En su respuesta del pasado 17 de junio, la Armada de México clasificó la información como reservada.
“La divulgación de la información, de las bitácoras de mantenimiento y reparación del Buque Escuela Velero Cuauhtémoc, representa un riesgo real, demostrable e identificable de perjuicio significativo al interés público”, alegó la Marina.
“Proporcionar contenido de dichas bitácoras afectará o vulnerará la conducción de los expedientes judiciales o de los procedimientos administrativos”, agregó el instituto armado.
“También consideró que, de divulgar la bitácora, afectará o vulnerará a las personas involucradas, desde testigos y víctimas directas, así como sus familias.
“Incluso alertó del riesgo de que la información difundida sobre el mantenimiento podría generar “opiniones mediáticas por personas inexpertas y/o que no sean personas técnicas o peritos que forman parte de la secuela de investigación que están conociendo autoridades nacionales e internacionales”, señaló.
Obviamente “las opiniones mediáticas por personas inexpertas” jamás han estrellado un barco contra el muelle ni han causado la muerte de los cadetes. Nunca. Ahora resulta, las opiniones mediáticas causan naufragios. Y no, los accidentes mortales se los dejamos a ellos, a los expertos.
Y en cuanto al “riesgo real, demostrable e identificable de (en) perjuicio significativo al interés público”, mejor hubieran callado los marinos.
El interés público se satisface con información no con ocultamiento. El peor de los riesgos ya sucedió: murieron dos personas. Eso sí fue un perjuicio. Lo demás es viajar en batiscafo.
SUBMARINO
Se botaba un barco de cemento construido por capricho de Heriberto Jara en el puerto de Veracruz a imagen y semejanza de la industria naval soviética. Luis Farías transmitía la botadura para XEW.
El casco se deslizó por el dique al mar y obviamente, se hundió. Sin perder la compostura ante tan egregio desastre, el locutor, con engolada voz y dejando sin gajos a la epopeya, dijo con toda solemnidad:
–Así hemos transmitido para ustedes la botadura del primer submarino mexicano, dijo Farías sin perder el humor. Lo cesaron.
Hoy tenemos otro submarino: la información bajo el agua.
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