En estos últimos días hemos visto muchos acontecimientos que afectan al régimen. La actuación de la Guardia Nacional en contra de los inmigrantes centroamericanos, la nula reacción de la CNDH respecto a ello y a los niveles de inseguridad que privan en el país. El escándalo del paquete de reformas al sistema judicial y penal del país, las consecuencias de la cancelación desorganizada del Seguro Popular y la pésima sustitución del mismo con el Instituto de Salud para el Bienestar, la rifa del avión presidencial, el retroceso en el crecimiento económico, la entrega de AMLO a las órdenes de Trump, la actitud del presidente ante la Caravana para la Paz, la ausencia presidencial en el foro de Davos, la aparición en Guerrero de los niños autodefensas, y para rematar, el desorden en MORENA con su doble presidencia.
No obstante lo anterior, la caída en la popularidad del presidente ha sido mínima. Aún la población sigue sintiéndose cómoda en general con tener a un presidente que les habla de forma sencilla, que se ve trabajador, levantándose temprano para comunicarse con su pueblo, que tiene muchos agravios en contra de la corrupción de los llamados “neoliberales”, sobre quienes AMLO ha hecho una gran labor para transmitirle al pueblo que todo lo malo del país se debe a ellos.
El manejo que el presidente ha tenido sobre los indicadores macroeconómicos ha sido esmerado, en no endeudar grandemente al país (aunque sigue pegándole duro a las reservas del fondo de estabilización), manteniendo muy baja a la inflación y atrayendo capitales de cartera pagando tasas de interés con un gran diferencial de las imperantes en el mercado de dinero, subiendo el salario mínimo y manteniendo el desempleo más o menos controlado.
Pero, no nos olvidemos que estos logros no serán suficientes ante la terca realidad que tarde o temprano brincará para convertirse en el mayor problema del régimen. En efecto, esa realidad nos alcanzará cuando el gobierno carezca de mayores recursos porque se haya acabado el colchón del fondo de estabilización, cuando las calificadoras nos quiten el grado de inversión, cuando los fondos públicos se abatan después de estarlos dedicando al pozo sin fondo que es PEMEX, a proyectos improductivos como los del Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucia y la refinería de Dos Bocas, así como a la repartición indiscriminada de dinero a los ninis, a los adultos mayores, a los padres de familia para las guarderías y a los subsidios al campo.
Esa realidad será el talón de Aquiles de este nuevo régimen, cuando el presidente ante la misma realice más acciones descoordinadas y sin sustento en contra de nuestras libertades, para llevar a cabo más persecuciones de sus, como él les dice, adversarios, pero que en realidad son enemigos políticos.
La realidad llegará, por desgracia, a los mexicanos más pobres, cuando no tengan instituciones de salud que los curen, incluyendo al ISSSTE y al IMSS, cuando caiga estrepitosamente el empleo, cuando se deje de producir en el campo, cuando, por virtud del T-MEC, se empiecen a regresar industrias a los Estados Unidos, por los procesos de robotización, las altas cargas tributarias y la inseguridad imperante en México. La realidad alcanzará a López Obrador, cuando caiga estrepitosamente el turismo, tanto por la falta de promoción, como por la creciente inseguridad que se agravará por la pérdida de empleos.
Ojalá esa realidad no derrote a nuestro presidente, porque logre recapacitar y regresar a la senda de las instituciones, a la democracia y descentralización de las acciones de gobierno, comprendiendo que tener bajos impuestos, pero promoviendo la economía formal para que todos paguemos, le hará bien al país. Haciendo balance de poder, a través de una auténtica división de poderes y fortaleza de los organismos autónomos, que creen certidumbre jurídica.
Solo así evitará esa flecha que le dé al presidente en su talón de Aquiles.