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Las palabras del almirante secretario de Marina, Raymundo Morales Ángeles durante el desfile del 16 son una primera exposición pública de divergencia con el gobierno anterior.

Cuando se habla de golpe de timón se alude a una maniobra brusca y urgente.

No es un simple cambio programado en la ruta, es el reconocimiento de una dirección equivocada en la singladura. Y si se compara con el país, nunca antes se había dicho de tan contundente manera: íbamos con el sextante descompuesto y el rumbo equivocado.

Mueve el timón el timonel quien a su vez obedece al capitán, pero este ¿a quién le responde? Es el caso del ex secretario Rafael Ojeda. ¿A quién le obedecía?

La envoltura de inocencia de los altos mandos, quienes informaron las irregularidades en el contrabando desde hace varios años no explica ni justifica la tardanza en las investigaciones transexenales. Es una salida verbal.

Revisemos las palabras y analicemos a la par su significado político.

“…fue mediante un ejercicio de sabiduría, sensatez, congruencia y humildad (los anteriores no las tenían) que pusimos ante la ley, ante la consciencia y el escrutinio de las y los mexicanos, actos reprobables que no nos definen como institución, sino que podían enquistarse y quedarse para dañar a nuestro pueblo”.

Si se habla de enquistamiento se acude al gobierno anterior. Se enquista algo en los tejidos con el tiempo. Esto quiere decir: los delitos se cometieron hace tiempo. El lapso suficiente para enquistarse (hacerse persistentes y habituales) y ahora se ha procedido a extirparlos (como sucede en la medicina). Sí. Pero ahora.

“..Fue muy duro aceptarlo, pero hubiera sido mucho más y absolutamente imperdonable callarlo”.

En estas líneas al almirante separa dos conceptos: aceptar y callar.

En el gobierno anterior –concedamos—se aceptó (le informaron a Gertz desde 2024, dicen) pero el silencio cubrió las aguas.

“…Así, el mal tuvo un fin determinante: En la Marina no encontró lugar ni abrigo. Fuimos nosotros mismos quienes dimos el golpe de timón, porque la lucha contra la corrupción y la impunidad son parte central de la Transformación”.

Más allá de la forma elegante para mostrar el pus sin dañar la blancura de la piel transformadora, el lugar sí se encontró en la Marina y el abrigo fue retirado apenas con este discurso y las actuaciones previas del ausente Omar García H. de la fiesta castrense y naval del 16.

“…Jamás fue para nosotros opción el disimulo (¿ese mayestático plural son él y su comandanta?), porque el silencio no nos define. La verdad, en cambio, nos fortalece, la justicia nos determina y la honestidad nos sustenta…”

Si en el marco de la develación de los delitos se habla de virtudes y conductas de claridad en tiempo presente (nos fortalece, nos define, etc.), el discurso no soporta los tiempos perfectos. No dice, nos ha fortalecido desde siempre, nos ha definido ayer y hoy, etc; no. El pasado queda atrás y esta catarsis solamente limpia el presente, sin sacudir la suciedad del gobierno anterior.

“…Hoy la Marina de México es más fuerte (hoy; no ayer), la Marina de las y los mexicanos, una Marina en la que la ley es (es, no era) para todos.

“…Quien ama a México tiene la responsabilidad de responder.

En este desfile, en cada rincón del país, contamos con una Marina sostenida por una determinación de más de 200 años de historia, esa misma que nos ha hecho responder de cara a nuestro pueblo como sólo se esperaba de las y los marinos navales: con aplomo, con fuerza, con determinación y con el corazón en la mano”.

Esta actitud vale porque representa un rumbo distinto. La navegación (como metáfora), nos encaminaba a un destino indeseado. La corrección del norte implica la censura a quienes malversaron las potencias marineras.

Y en las estructuras de mando vertical, las cosas –como la corrupción y la tolerancia–, siempre contaminan hacia arriba.

¿Quién mandaba ahí?