No.
No fue la oposición.
No fue el riesgo de la derrota, previsible bajo cualquier circunstancia, del Gobierno y su partido para cambiar las reglas de votación, debilitar la democracia y anular al Instituto Nacional Electoral (INE).
El temor está dentro.
El pulso de Palacio Nacional pasa por la lealtad, hasta hoy incólume, de dos partidos aliados sexenales:
PVEM y el PT.
Ellos no están de acuerdo en perder beneficios bajo los cuales han vivido durante mucho tiempo: las prerrogativas oficiales, el dinero del erario y cuotas en cargos públicos.
Porque las alianzas comiciales, antaño con el PRI (el Verde) o con el PRD (el del Trabajo), aseguraban un boyante futuro económico y político a sus dirigentes.
Mantener el registro, dinero público a través de las prerrogativas del otrora IFE y ahora INE, senadurías, diputaciones federales, algunas alcaldías y, en el menor de los casos, regidurías.
Eso sin contar el dinero aportado por los institutos electorales estatales, suficientes para mantener localmente una burocracia y una estructura como organismos de competencia electoral y política.
LA ORFANDAD DE MORENA
Más claro: el tema es dentro, no fuera.
A estas alturas, antes de llevar el tema a tribuna para alcanzar lo sabido -la alianza Va por México más Movimiento Ciudadano (MC)-, no hay novedad.
Por eso este martes desde el Palacio de Cobián, por instrucciones de Palacio Nacional, claro, llegarán iniciativas para reformas a leyes secundarias a fin de evadir la Constitución.
Es previsible: pasarán con el voto del partido del Gobierno (Morena), pero difícilmente con el de las fracciones del Partido Verde de Carlos Puente (en realidad de Jorge Emilio González) o del petista (Alberto Anaya) que apoyen su autodestrucción.
Hasta aquí lo de la reforma constitucional (contrarreforma, digo yo).
Pero el fondo va más allá:
El Gobierno no quiere retirarse de sus principales aliados porque entonces dejarían sola a Morena en 2024 y, créame, ninguna de las encuestas le garantiza el triunfo sin esos compañeros de viaje.
ÚLTIMO RESTO DE EBRARD
1.- Antes de la nota, un antecedente:
En 1991, previo a las elecciones intermedias de Carlos Salinas, platiqué largo con el entonces secretario del PRI en el Distrito Federal.
Marcelo Ebrard tenía un voluminoso listado de votantes de la capital, uno por uno, con presunta filiación política y posibles resultados.
-Vamos a arrasar. Mira -me dijo.
Y sí: él encabezaba la lista de asambleístas locales priistas para ser coordinador y desde ahí, proyecto de Manuel Camacho, saltar hacia la Jefatura del Distrito Federal.
El pronóstico se cumplió: el PRI arrasó y Marcelo no fue asambleísta.
Pero fue jefe de Gobierno de la ciudad y en 2012 su amigo López Obrador lo desplazó hacia la Presidencia, aspiración quizá hoy postrera para 2024.
Pero hay frío de Palacio Nacional y, ante la previsible marginación, Ebrard da cauce a sus aspiraciones con una estructura al margen de Morena.
Este es el primer indicio.
El segundo será llevarse esa estructura y llevarlo a donde mayores resultados le dé, aunque no será al lado de su antiguo protector tabasqueño y amigo.
Salvo amenazas de persecución, claro.
Y 2.- La afición mexicana sigue a pesar de la eliminación de la Selección Nacional.
He aquí un dato: el servicio de streaming de TelevisaUnivision reportó ayer más de 67 millones de visualizaciones de los partidos del Mundial de Qatar.